martes, 28 de febrero de 2012

La paz

En teoría, todos buscamos la paz: nos parece el valor más común a toda la humanidad. Pero esto no es realmente así. A lo largo de la Historia, muchas sociedades se han basado en la guerra como sistema social y de progreso. Todo en estas sociedades se orientaba hacia lo militar, desde la las distinciones de clase social hasta el urbanismo de sus ciudades; y su única forma de progreso era la conquista del vecino. Y en el mismo siglo XX tenemos dos ejemplos de sociedades por y para la guerra: la Alemania nazi y el Japón imperialista. Realmente, la paz como un valor social es algo que introduce el cristianismo; y muchas veces le cuesta hacerlo, pues se confundía su pacifismo con cobardía o sometimiento. De hecho, lo de bienaventurados los pacíficos se incardina entre las mismas bienaventuranzas que se dedican a los pobres, los que sufren o los perseguidos: a todos ellos se les considera utópicos.

Pero, ¿que es la paz? Pues San Agustín nos responde que paz en la tranquilidad en el orden. Es decir, si la tranquilidad no es consecuencia de una situación jurídica y socialmente ordenada, entonces no es paz: es opresión. En ambos casos se mantiene la tranquilidad social; pero todos sabemos la diferencia que hay entre una tranquilidad apacible y una tranquilidad impuesta.

Me atrevo a añadir otra característica a la definición de San Agustín: la paz debe descansar en la Verdad. El Reino de Dios, como sociedad perfecta, alcanza la paz y la justicia por fuerza de la Verdad; es decir, en base a lo que el hombre realmente es y la dignidad que intrínsecamente posee. Los reinos de los hombres -por muy democráticos que sean- alcanzan la paz por otras vías, ya sean la fuerza militar o la fuerza de los votos; pero en ambos casos se trata de que unos imperen sobre otros. Y esta paz nuca puede colmar al hombre.

martes, 14 de febrero de 2012

El humanismo

Una vez más, un político acomplejado quiere distanciarse de sus raíces cristianas. Un destacado miembro del Partido Popular (el que actualmente gobierna en España) ha solicitado de su partido que se elimine de su ideario la referencia a que se inspira en el "humanismo cristiano"; y que a cambio se diga "humanismo europeo o humanismo occidental".
Y yo me pregunto: ¿qué es lo característico de occidente o de Europa? ¿Qué es lo que distingue nuestra civilicación de la japonesa, china, india, o la islámica?
La respuesta está clara: el rasgo diferenciador de occidente (Europa y América) es precísamente su inspiración y construcción cristiana.
Ni la sociedad occidental, ni su literatura, ni su arte, ni su música, ni las relaciones entre sus pueblos, ni su influencia sobre el resto del mundo, ni su concepción de la mujer o su respeto por la paz, la justicia, la libertad o la vida, nada de esto existiría si no fuese porque tiene profundas raíces cristianas.
Ya lo he dicho en otras ocasiones: antiguamente a occidente se lo conocía simplemente como "la cristiandad"; por si a alguien le cabía alguna duda.
Eliminemos el cristianismo de occidente y habremos eliminado a occidente.
Y muchos parecen muy empeñados en ello.

domingo, 5 de febrero de 2012

Vuelvo al blog

Después de dos meses ausente del blog, vuelvo a mis comentarios. Pero ahora lo quiero hacer con una reflexión personal, que aunque siempre tendrá algo que ver con la Fe y la Razón, se aleja mucho del estilo más bien didáctico que he utilizado en otras entradas.
El motivo de mi ausencia de estos meses es que, después de muchos años en los que Dios me ha cuidado como a un hijo mimado, permitiéndome no sólo vivir la fe cristiana desde niño y sentirme muy protegido y cerca de Dios, por motivos que sólo Él conoce, me ha permitido conocer la Cruz muy de cerca y sentirla en mi propia alma.
Como cristiano, sabía de sobra que todos debemos estar dispuesto a "tomar nuestra cruz cada día y seguir al Señor"; pero una cosa es saberlo y otra tener que cargar con ella a pulso, sobre todo cuando no se tiene costumbre.
La primera reacción fue de rechazo: ¡Dios no puede hacerme esto a mí, que siempre he tratado de seguirle! Pero el Señor, a su manera, ha seguido cuidándome y no me ha permitido separarme de Él. Ha mantenido en mí la fe sin soporte racional alguno, simplemente a fuerza de voluntad.
Ya sé que he comentado muchas veces que si la Fe se razona y se comprueba, ya no es fe, sino conocimiento científico o experimental. Pero también es cierto que todos sentimos en nuestro corazón que nuestra fe es cierta, sin más.
Pues bien, incluso esa sensación interna me ha sido retirada: solo me queda la voluntad de seguir creyendo en Aquél a quien prometí amar toda mi vida. La única razón que me mantiene es esta voluntad -por ahora firme- es que cuanto peor estén las cosas, cuanto más pesada sea mi cruz, más cerca del Señor quiero estar, para seguir su recomendación de "venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré".
Y en estos momento de tribulación, he recordado la ocasión en la que más cerca estuve del Señor: cuando hace cinco años asistí a un Cursillo de Cristiandad: un auténtico encuentro personal con Cristo. Por eso, ahora que tanto le necesito, he vuelto a frecuentar las actividades de Cursillos y a sentir el amor de Dios a través del amor de los demás.
Esta es mi situación, esta ha sido mi experiencia y esta mi solución. Lo comparto con todos, porque creo que, como siempre, Dios sabrá sacar muchos bienes de este mal aparente.