Este aspecto de las consecuencias no
siempre es tenido en cuenta. Si nos lanzamos al vacío, sabemos con absoluta
certeza que caeremos y nos haremos un grave daño. Pero cuando transgredimos la
Ley de la Naturaleza, no solemos plantearnos los males que eso nos deparará; e
incluso, muchos niegan que dichos males existan.
Pero si la Ley Natural no existiese o no
comportase ningún mal su violación, entonces ¿por qué nos excusamos tanto
cuando no la seguimos? Este es un detalle que C. S. Lewis resalta en su libro:
nadie se jacta de ser un cobarde, un ladrón, un mentiroso o un depravado
sexual; y cuando nos descubren en alguna de estas faltas, entonces buscamos
excusas y circunstancias absolutorias para nuestra conducta. Pero si no hay un
modelo de conducta, ¿por qué excusarnos de nuestra conducta?Todo esto pone de manifiesto que una cosa es que a todos nos cueste ser buenos siempre; pero que aún así, consideramos que cada uno de nuestros fallos es reprobable. Y esto lo ha recogido muy bien el Cristianismo: predica la perfección moral; pero perdona siempre a todos con el simple requisito de arrepentirse, de reconocer el error. Esta maravilla, que no existe en ninguna otra religión o regla colectiva del mundo, sólo podía ocurrírsele a un Dios que conociese perfectamente la naturaleza humana.
Y todavía hay quien desprecia nuestro
sacramento de la confesión.
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