viernes, 10 de agosto de 2012

Las excusas

La Naturaleza y el hombre –como parte de ella- está sometida a muchas leyes que la rigen: desde la ley de la gravedad hasta las leyes de la genética. Pero la que llamamos Ley Natural tiene una diferencia muy importante con respecto a las demás leyes de la naturaleza: aquella es de voluntario seguimiento. Efectivamente, a diferencia de las leyes físicas, que son ineludibles, la Ley Natural puede ser rechazada a simple voluntad del hombre. Esto no significa que la transgresión de la Ley Natural no tenga consecuencias negativas, sino que simplemente el hombre puede arrostrar esas consecuencias –consciente o inconscientemente- con un simple acto de su voluntad.

Este aspecto de las consecuencias no siempre es tenido en cuenta. Si nos lanzamos al vacío, sabemos con absoluta certeza que caeremos y nos haremos un grave daño. Pero cuando transgredimos la Ley de la Naturaleza, no solemos plantearnos los males que eso nos deparará; e incluso, muchos niegan que dichos males existan.
Pero si la Ley Natural no existiese o no comportase ningún mal su violación, entonces ¿por qué nos excusamos tanto cuando no la seguimos? Este es un detalle que C. S. Lewis resalta en su libro: nadie se jacta de ser un cobarde, un ladrón, un mentiroso o un depravado sexual; y cuando nos descubren en alguna de estas faltas, entonces buscamos excusas y circunstancias absolutorias para nuestra conducta. Pero si no hay un modelo de conducta, ¿por qué excusarnos de nuestra conducta?
Todo esto pone de manifiesto que una cosa es que a todos nos cueste ser buenos siempre; pero que aún así, consideramos que cada uno de nuestros fallos es reprobable. Y esto lo ha recogido muy bien el Cristianismo: predica la perfección moral; pero perdona siempre a todos con el simple requisito de arrepentirse, de reconocer el error. Esta maravilla, que no existe en ninguna otra religión o regla colectiva del mundo, sólo podía ocurrírsele a un Dios que conociese perfectamente la naturaleza humana.

Y todavía hay quien desprecia nuestro sacramento de la confesión.  

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