sábado, 8 de febrero de 2020

El amor en el cielo

El pasado día 6 de febrero falleció mi madre, después de casi 97 años de vida cristiana; y lo hizo 18 años y 4 días después de que falleciese mi padre a sus 90 años.
No logro imaginarme cómo puede haber sido ese encuentro entre dos almas que compartieron su vida en la tierra durante casi 50 años de matrimonio.
Por una parte, pienso que la presencia omnipotente de la Santísima Trinidad eclipsará cualquier otro tipo de relación humana; y que la compañía de Jesucristo resucitado, Dios Hijo y hombre verdadero, saciará todo el amor de nuestro corazón. Es razonable que sea así... Pero, por otra parte, pienso que quizá esta razonamiento sólo valga para la razón humana, que imagino es muy distinta de la razón divina.
Porque Dios es amor y el amor humano no es sino reflejo del amor divino; y por esto, precisamente por esto, yo creo que la presencia de la Trinidad y de Jesucristo resucitado, por muy plenas que en sí mismas sean, no harán sino acrecentar cualquier amor humano; y, además, éste se manifestará sin los defectos y limitaciones que el amor terreno siempre tiene.
Y ya puestos a imaginar, creo que, así como el cuerpo resucitará en su plenitud, sin los defectos que hubiese podido tener en la tierra, el amor humano se manifestará en el cielo también en su momento de mayor plenitud.
Por eso me imagino el encuentro de mi madre con mi padre como aquel primer encuentro que tuvo lugar hace unos ochenta años, en el que ella se enamoró de él porque le atrajo su voz.
Y espero que desde allí arriba cuiden a sus cuatro hijos, doce nietos y diez bisnietos igual que lo hicieron mientras estuvieron con nosotros.
Descansen en la gloria de Dios; y que allí nos vayamos encontrando todos.

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