martes, 28 de agosto de 2012

Pero, ¿y Cristo?


El Cristianismo es la religión enseñada por Cristo: luego es mucho más que la creencia en un Dios creador y Padre de todos nosotros. Y es precisamente este “plus” lo que diferencia al Cristianismo de las otras dos grandes religiones monoteístas, el Judaísmo y el Islamismo.

¿Cuál es esa diferencia?

Pues la fe cristiana nos dice que el hombre se rebeló contra Dios; y que Éste nos demostró su amor enviando a su Hijo-Dios a redimirnos, en un acto de amor supremo. Por tanto, los Cristianos no sólo creemos en Dios Padre, sino que sabemos que nos ama como a hijos únicos y que nos quiere junto a Él, compartiendo su gloria, por todo la eternidad; como cualquier padre quisiera disfrutar para siempre de sus hijos.

¿Cómo puede Cristo pagar por nuestros pecados, si Él no fue pecador? Hay quien ve en esto una especie de injusticia divina: el inocente paga por el pecador. Pero C S Lewis nos da una clave muy interesante: el que paga no lo hace como inocente, sino porque es el único que tiene posibilidad de saldar la deuda. Así visto no hay injusticia, sino generosidad: el rico paga la deuda que el pobre no puede devolver. El hombre no puede satisfacer por una ofensa hecha a Dios; pero un Dios-Hombre sí puede hacerlo. Y esto es lo que hizo Cristo: compartir nuestra naturaleza humana y morir para vencer a la muerte definitivamente en nuestro favor.

Para adherirnos a esta condonación universal de deudas, simplemente tenemos  que hacer una cosa: reconocer nuestra deuda y arrepentirnos de ella. Ojalá loa bancos actuasen igual: perdonar las deudas sólo por reconocerlas.

Cristo, de paso, nos enseñó unas cuantas cosas sobre cómo vivir esta vida pasajera lo más cerca posible de Él y de los hermanos, alcanzando el máximo de felicidad que aquí pueda alcanzarse. Por cierto, su concepto de felicidad (bienaventuranza) no coincide con nuestra ambición de placer, poder y poseer, sino más bien con la humildad, el desprendimiento y el amor generoso.

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