El Cristianismo es la religión enseñada
por Cristo: luego es mucho más que la creencia en un Dios creador y Padre de
todos nosotros. Y es precisamente este “plus” lo que diferencia al Cristianismo
de las otras dos grandes religiones monoteístas, el Judaísmo y el Islamismo.
¿Cuál es esa diferencia?
Pues la fe cristiana nos dice que el
hombre se rebeló contra Dios; y que Éste nos demostró su amor enviando a su
Hijo-Dios a redimirnos, en un acto de amor supremo. Por tanto, los Cristianos
no sólo creemos en Dios Padre, sino que sabemos que nos ama como a hijos únicos
y que nos quiere junto a Él, compartiendo su gloria, por todo la eternidad;
como cualquier padre quisiera disfrutar para siempre de sus hijos.
¿Cómo puede Cristo pagar por nuestros
pecados, si Él no fue pecador? Hay quien ve en esto una especie de injusticia
divina: el inocente paga por el pecador. Pero C S Lewis nos da una clave muy
interesante: el que paga no lo hace como inocente, sino porque es el único que
tiene posibilidad de saldar la deuda. Así visto no hay injusticia, sino
generosidad: el rico paga la deuda que el pobre no puede devolver. El hombre no
puede satisfacer por una ofensa hecha a Dios; pero un Dios-Hombre sí puede
hacerlo. Y esto es lo que hizo Cristo: compartir nuestra naturaleza humana y
morir para vencer a la muerte definitivamente en nuestro favor.
Para adherirnos a esta condonación
universal de deudas, simplemente tenemos
que hacer una cosa: reconocer nuestra deuda y arrepentirnos de ella.
Ojalá loa bancos actuasen igual: perdonar las deudas sólo por reconocerlas.
Cristo, de paso, nos enseñó unas cuantas
cosas sobre cómo vivir esta vida pasajera lo más cerca posible de Él y de los
hermanos, alcanzando el máximo de felicidad que aquí pueda alcanzarse. Por
cierto, su concepto de felicidad (bienaventuranza) no coincide con nuestra
ambición de placer, poder y poseer, sino más bien con la humildad, el
desprendimiento y el amor generoso.
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