lunes, 3 de octubre de 2005

¿Quién ha creado nuestra alma?

Si te paras a pensar un momento, reconocerás que en muchas ocasiones de tu vida actúas siguiendo un sentimiento: amor, odio, deseo, tristeza, inquietud, miedo etc. Eres perfectamente consciente de que tu persona no se reduce a un mero organismo biológico en el que se producen complejas actividades metabólicas: además del hambre, el dolor, el frío y otras sensaciones, también te motivan -habitualmente con más fuerza- tus sentimientos, que no están determinados por tus sentidos. Nuestra memoria, nuestro entendimiento y nuestra voluntad nos incitan a hacer cosas que no tienen relación directa con nuestra situación material. En definitiva, te estoy hablando del alma humana, aquello que no queda explicado por la mera materia de nuestro cuerpo. Pues bien, una de las pruebas de la existencia de Dios la puedes encontrar dentro de ti mismo, precisamente en la existencia de tu alma: sólo un principio espiritual superior la ha podido crear. Tomo prestado de Santo Tomás este argumento, que debe comenzar con la demostración de la existencia del alma.

Para comprobar la existencia del alma humana, deberemos comenzar por averiguar si existen en el hombre manifestaciones espirituales (aquellas que no tienen partes, que no son sensibles, que superan el espacio). En caso afirmativo, dichas manifestaciones deberán provenir de un principio espiritual, no material, del hombre; y este principio sería lo que llamamos el alma.

Siete son, según Santo Tomás, las operaciones espirituales que puedes reconocer:
1ª.- El conocimiento intelectual, que se contrapone al conocimiento únicamente sensible de los animales. El humano es un conocimiento abstracto, capta la realidad en sí misma y forma los conceptos. Es capaz de captarse a sí mismo como realidad y decir: yo. La diferencia entre el aprendizaje del hombre y el instinto animal es que éste pertenece a la especie (se transmite de padres a hijos por los genes), mientras que aquél es individual y lo debe desarrollar cada hombre por sí mismo, utilizando la inteligencia.
2ª.- El lenguaje simbólico, derivado de la capacidad de conocimiento intelectual que posee el hombre: puede adjudicar un nombre a una cosa, porque capta su concepto. Los animales sólo tienen el lenguaje emotivo: manifiestan angustia, miedo, hambre, frío o celo, de la forma que les indica su instinto; pero no se transmiten conceptos.
3ª.- La libertad, que manifiesta la capacidad de autodeterminación del hombre. Los genes, la herencia, condicionan inicialmente tu forma de ser, pero en último extremo no te determinan: tu actuación concreta depende de tu voluntad. Cada hombre posee una personalidad singular e irrepetible. Por el contrario, los animales son simples copias de sus padres tanto en lo fisiológico como en su comportamiento.
La actuación del hombre no viene directamente determinada por su conocimiento sensible de las cosas, sino por su conocimiento intelectual, que es el que moverá su voluntad en un sentido (búsqueda del bien conocido) u otro. Los animales reaccionan de manera instintiva y predeterminada ante cualquier estímulo sensible: el instinto les obliga siempre a buscar su bien y evitar el mal. Por el contrario, el hombre es libre porque no está determinado ni por el bien, ni por el placer, ni por el instinto.
4ª.- El progreso, como consecuencia del conocimiento humano de las leyes que rigen la naturaleza: de este modo puede aplicarlas o eludirlas a su conveniencia. Los animales, incluso los más sofisticadamente organizados (hormigas, abejas) no han progresado en sus métodos, ya que no los adaptan a su conocimiento, sino a su instinto; su evolución, cuando existe, depende de mutaciones genéticas aleatorias.
El hombre no ha dejado de progresar desde que apareció sobre la tierra: no sólo se adapta al medio que lo rodea, sino que, en muchos casos, adapta este medio a su propia conveniencia.
5ª.- El arte, que es la manifestación del concepto abstracto de belleza y la valoración de su contemplación. Los animales únicamente hacen aquello que les resulta útil para su vida, no tienen sentido de la estética.
6ª.- La ética, consecuencia de la captación del bien en cuanto bien por parte de la conciencia humana. Esta es una actividad espiritual: los animales no tienen conciencia, sino instinto; el único bien que persiguen es la satisfacción de sus necesidades. Al contrario, el hombre al ser libre y poder elegir entre el bien o el mal, sí necesita un código de conducta por el que regirse.
7ª.- La religión, que manifiesta la tendencia del hombre al infinito, la necesidad de buscar otra meta en cuanto que una está alcanzada: la necesidad de perpetuarse y trascender esta vida. Los animales, por el contrario, se sacian en cuanto satisfacen sus necesidades vitales: ni tienen sentido de transcendencia ni se preguntan por el más allá.

Si puedes realizar estas siete operaciones espirituales es porque tienes un alma, que es tu principio espiritual. Tu alma humana no puede provenir de tus padres (que tienen cada uno su propia alma) porque el alma no es divisible (como se dividen los cromosomas). Tus padres no te han transmitido el alma como te transmitieron el color del pelo o tus facciones. Tú tienes tu propia alma (memoria, entendimiento y voluntad) independiente y distinta de la de tus padres. Luego, si no proviene de tus padres, tiene que provenir directamente de un ser espiritual superior a ellos: Dios. De esta forma, la existencia de Dios se presenta como condición necesaria a la existencia de tus actividades espirituales.

Por eso, si negamos a Dios, también tenemos que negar la capacidad espiritual del hombre, condenándolo a ser simple materia animal. Ya no existiría una moral objetiva, sino mero instinto animal; y cualquier comportamiento humano debería ser aceptado, porque el hombre no tendría más dignidad que una piedra o una oveja.

Observarás ahora que no es casualidad que la norma moral objetiva sea negada por una sociedad que se olvida habitualmente de Dios.

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