jueves, 19 de febrero de 2009

El mal menor

A menudo se aplica mal la "teoría del mal menor". Ésta consiste en que, cuando no hay bien posible y es imperativo actuar, se debe escoger el menor de los males. Esto es evidente. Pero en casos en los que es posible elegir un bien -aunque sea éste pequeño y remoto- o incluso se puede eludir la acción, no es lícito optar por el menor de los males, ya que el mal nunca puede escogerse voluntariamente. Esto sería lo mismo que justificar los medios malos por perseguir un fin bueno.

Esta corruptela está muy extendida en nuestra sociedad católica occidental.

Y una prueba de su perversión es que, en muchos casos, aquellos que adoptan la postura del mal menor en el sentido de aceptar a "los malos" para evitar que vengan otros teóricamente peores, tampoco tienen empacho en alegar el "mal menor" cuando se trata de calumniar a "los buenos", si se hace para alcanzar un objetivo importante. Es decir, que el fin justifica los medios, ya consistan estos en disculpar lo inaceptable o en calumniar al justo. Personalmente, he sufrido esta segunda versión.

Son las dos caras de la misma moneda... ¡falsa, por supuesto!

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