lunes, 16 de marzo de 2009

La Cuaresma: éxodo antes de la Tierra Prometida

Podríamos decir que la primera "cuaresma" de la Historia no fueron los cuarenta días del Señor en el desierto, sino los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto.

La salida de Egipto supuso para el pueblo de Israel la libertad y el comienzo de su marcha hacia la Tierra Prometida. Pero toda meta requiere su esfuerzo. Para conseguir la libertad tuvieron que abandonar la seguridad y las comodidades de que disfrutaban en Egipto; y comenzar un largo peregrinaje en condiciones peores de las que tenían en Egipto, a pesar de la servidumbre a la que estaban sometidos.

Por esto, pasada la euforia del primer momento, ese mismo pueblo liberado le reprocha a Moisés su liberación: ¿Quién nos hubiera dado morir a manos del Señor en el país de Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta saciarnos? (Ex 16, 3); ¿porqué nos has sacad de Egipto para dejarnos morir de sed...? (Ex 17, 3). Esta primera "cuaresma" de años fue una dolorosa peregrinación llena de caídas cada vez que la fe les flaqueaba y, olvidando la promesa, sólo veían las dificultades del momento.

Pudiera ser que nuestras cuaresmas fuesen iguales: que pensásemos sólo en lo difícil del camino (ayuno, oración y limosna), sin tener en cuenta que nos espera el premio final: la Pascua. Incluso, que no sólo nos ocurriese en cuaresma, sino con toda nuestra vida: pasamos quejándonos por lo dura que es la vida del cristiano, en vez de vivir alegres pensando en la resurrección final.

Escarmentemos en cabeza ajena y tengamos presente durante nuestra cuaresma -y toda nuestra vida- que al final de la peregrinación está la Resurrección, que al final de nuestra vida nos espera el Amor.

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