sábado, 16 de noviembre de 2013

Moral y ética

La moral es algo muy mal considerado en la civilización occidental, incluso por aquellos que respetan la ética. En definitiva, ambas vienen a ser lo mismo: un límite a la actuación humana, la exclusión del libertinaje. Entonces, ¿por qué una está proscrita y la otra ensalzada?

Pues está muy claro. En primer lugar, porque se considera que la moral es un concepto cristiano y todo lo referente al Cristianismo no está de moda en Occidente. Es decir, se considera que la moral está ligada a las creencias religiosas, a la conciencia íntima de cada uno, a su relación personal con su Dios; y por tanto, la moral debe ser algo individual, personal de cada uno, que no puede exigirse de los demás, de la que mejor no hablar en público. Por otra parte, se considera que la ética es la norma de comportamiento social, es decir, regula la conducta que es exigible a todo ciudadano en lo que afecta a los demás ciudadanos; no tiene, por tanto, connotaciones religiosas ni depende de las creencias: todos deben respetarla.
No deja de ser acertada esa distinción. Pero tenemos que matizarla en lo referente a ambos conceptos. Con respecto a la moral, no se puede aseverar que dependa de las creencias personales, pues en su mayor parte la moral –en especial la moral cristiana- se refiere al comportamiento humano con los demás. Hablaremos de esto más adelante.
Con respecto a la ética, según es entendida en Occidente, no se puede considerar que es aplicable a todo hombre en todo lugar y circunstancia, porque la ética social puede diferir de una cultura a otra. Por ejemplo, en cualquier país de la CE sería anti-ético que un mismo producto tuviese precios diferentes para diferentes personas; pero en Oriente, el precio de algo se determina en cada momento y para cada transacción, ya que el precio justo es el que el comprador está dispuesto a pagar.
Si Occidente quisiese rescatar el concepto de Ley Natural, entonces sí podríamos hablar de una ética universal –serían lo mismo-, aplicable siempre, a todos y en todo lugar; porque la Ley Natural, aquella que regula los fundamentos del comportamiento humano, es por definición necesaria, universal e inmutable. Pero claro, el relativismo postmodernista no puede admitir tan rígida limitación de la libertad humana.
Y el problema es que lo único que no admitimos que limite nuestra libertad es precisamente la Ley Natural, porque habitualmente consentimos que muchas otras cosas nos la limiten.
Hablaremos más.

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