domingo, 3 de noviembre de 2013

Creer, a pesar de lo que vemos.

Habitualmente se considera que fe es creer en lo que nos dicen, a pesar de que no podemos verlo. Por supuesto, esto es cierto. Pero en nuestros días se da un tipo de fe mucho más exigente. A los cristianos se nos está exigiendo creer “a pesar” de lo que sí vemos.

Efectivamente, se nos exige creer en un Dios todopoderoso y misericordioso, a pesar del mal y la injusticia que vemos en el mundo.
Se nos exige creer en que la Iglesia perdurará siempre, a pesar de las persecuciones que padece y las traiciones y divisiones internas que sufre.
Se nos exige creer en el triunfo definitivo de Cristo, a pesar de que, entre los que le conocen, unos le odian ferozmente y otros prácticamente le iognoran... y los demás somos bastante mediocres. 
Y el mayor de todos los actos de fe: se nos exige creer que Cristo está realmente presente en la Eucaristía, a pesar de que solo vemos pan y vino.
Quizá si practicásemos más a menudo este último acto de fe, los demás nos resultarían más fáciles…

¡Y no hay mejor manera de creer en la Eucaristía que adorarla!

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