domingo, 8 de diciembre de 2013

Las claves de la exhortación Evangelii Gaudium

Me parece que este documento papal es tan denso que sería bueno ir desgranándolo poco a poco; pero también sería bueno empezar por un somero resumen de su contenido, para poder hacernos una idea de su conjunto. Lo digo porque su objetivo inicial es el de definir cómo debe ser la nueva evangelización en el mundo actual; pero el Papa ha aprovechado para ir tocando muchos puntos importantes, que más que ir dirigidos a los no creyentes, nos atañen -y mucho- a los que nos consideramos miembros de la Iglesia de toda la vida; y tan de toda la vida que quizá nos hemos anclado en una visión equivocada de nuestra vocación cristiana y nuestro cometido como tales.

Resumiendo mucho, según mi modesta opinión, las claves del documento son las siguiente:
  • El objetivo prioritario de la Iglesia es la evangelización de los pueblos. Por supuesto, también proporciona una comunidad a los creyentes; pero incluso esto es para que todos los creyentes puedan evangelizar mejor a los demás. Sería equivocado dedicar los esfuerzos a mantener la propia estructura.
  • La evangelización se debe centrar en "el primer anuncio", que además de primero es primordial: Cristo, Hijo de Dios, ha muerto por amor a todos, para salvarnos. Este es el mensaje principal del Evangelio, que se debe predicar mucho antes que la doctrina o la moral cristiana.
  • Todas las tradiciones o costumbres que no ayuden a este tipo de evangelización deben ser revisado o relegados a un segundo plano. Los pastores tienen que estar cerca del pueblo, tienen que "oler a oveja".
  • La evangelización debe ir preferentemente hacia los no creyentes, estando abiertos a sacar de cada uno lo que de bueno pueda dar, mucho o poco. No debemos excluir a nadie, porque todo el mundo puede recibir el mensaje en una medida u otra.
  • La opción preferencial de la Iglesia son los pobres y más débiles, por expreso ejemplo del Señor, es una categoría teológica, no una mera opinión. Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.
  • Los cristianos también deben involucrarse en las cuestiones sociales, para lograr un mundo más justo y solidario; pero con el matiz distintivo de la caridad cristiana, lo que no se encontrará en las actuaciones nacidas de planteamientos meramente ideológicos: Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.
  • Reconocimiento de los pecados de los miembros de la Iglesia; pero también de la maravillosa labor que realizan muchos otros:   cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre.
Creo que es un documento lo suficientemente importante y trascendental como para dedicarle unas cuantas entradas a exponerlo más detenidamente.

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