sábado, 16 de marzo de 2013

Mi matrimonio

El comentario realizado anónimamente a mi última entrada me obliga a hablar de algo que hasta ahora había preferido no comentar; y que me afecta muy personalmente.
Para los católicos el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer para TODA la vida. De esta forma, cuando uno se casa permanece casado hasta que la muerte disuelve el vínculo.
Por motivos que sólo conciernen a mi mujer y a mí, tuvimos que separarnos hace ahora un año, lo que resultó muy doloroso para nosotros y nuestros hijos. Pero yo me sigo considerando casado, no sólo porque permanece el vínculo sacramenteal, sino porque gran parte de lo que es un matrimonio pervive en nuestra relación.
Como cursillista prematrimonial, enseñé muchas veces a parejas de novios que el amor matrimonial tiene tres manifestaciones: preferir, buscar el bien del otro y dar sin recibir nada a cambio.
Pues bien, yo preferí a mi esposa antes que a todas las demás mujeres, de forma que ha sido la única mujer en mi vida; y ahora, en mi siutación de separado, sigo manteniendo esa preferencia ya que sigo excluyendo a todas las demás.
Siempre busqué el bien de mi esposa, tanto material como espiritual; y ahora, que la falta de convivencia ya no me permite seguir haciéndolo, le sigo deseando lo mejor.
Al recibirla como mi esposa, no sólo le di todo lo que tenía, sino que me di yo mismo. Es cierto que durante nuestra convivencia, ella se esforzó en corresponder y darme lo mejor de sí misma; pero ahora que estamos separados, soy yo quien sigue manteniendo económicamente a esa familia sin poder recibir ni la compañía, ni el cariño, ni la ayuda que antes recibía; y esto me supone la mayor parte parte de los ingresos que obtengo con mi trabajo.
Así que, de una manera mucho menos agradable para mí, puedo seguir diciendo que estoy casado, que tengo ocho hijos y que voy a tener dos nietos más antes de fin de año.
Con la Gracia de Dios, por supuesto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario