martes, 21 de septiembre de 2010

Discurso del Papa en el Parlamenteo Británico

El discurso que pronunció Benedicto XVI el pasado día 17 en el Parlamento más antiguo del mundo, es un discurso fundamental para explicar las bases y los límites del sistema democrático; y los límites legislativos de las autoridades; y contiene importantes precisiones sobre la vinculación entre la razón y la democracia. Empieza por ponernos como ejemplo a Santo Tomás Moro, que murió por defender la coherencia política de su fe:

En particular, quisiera recordar la figura de Santo Tomás Moro, .../..., quien es admirado por creyentes y no creyentes por la integridad con la que fue fiel a su conciencia, .../..., pues eligió servir primero a Dios. El dilema que afrontó Moro en aquellos tiempos difíciles, la perenne cuestión de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios, me ofrece la oportunidad de reflexionar brevemente con ustedes sobre el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político.


Después nos recuerda que fue el Cristianismo quien empezó a reconocer la dignidad de toda la persona humana; y, en consecuencia, quien promovió las únicas entidades benéficas que existieron hasta el siglo XX:

.../... Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común.

Es decir, que la política tiene como fin el bien común, no el interés de un partido, aunque gobierne en mayoría.

Con todo, las cuestiones fundamentales en juego en la causa de Tomás Moro continúan presentándose hoy.../...: ¿Qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y ¿qué alcance pueden tener? ¿En nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales? Estas cuestiones nos conducen directamente a la fundamentación ética de la vida civil. Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia.

El consenso, base del sistema democrático, no puede establecer los principios éticos, sino que debe limitarse a encontrar la mejor manera de aplicarlos, una vez reconocidos por todos. No puede renunciarse total o parcialmente a un principio ético con objeto de formar una mayoría parlamentaria; pues no es posible buscar el bien común con principios adulterados.

La reciente crisis financiera global ha mostrado claramente la inadecuación de soluciones pragmáticas y a corto plazo relativas a complejos problemas sociales y éticos. Es opinión ampliamente compartida que la falta de una base ética sólida en la actividad económica ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo. .../... igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar.

Nos recuerda que, al igual que la crisis financiera se produce por la total ausencia de principios éticos en la búsqueda del lucro, la búsqueda del voto al margen del bien común y los principios éticos solo puede generar caos social.

Así que, el punto central de esta cuestión es el siguiente: ¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos.

Nos explica cómo se debe utilizar la razón para descubrir los principios éticos; y el papel que la religión juega al exigir la recta actuación de los agentes políticos y sociales, anteponiendo el bien común a sus intereses personales. Precisamente por esta exigencia, la religión ha sido frecuentemente apartada del mundo político: porque nos recuerda constantemente que el poder tiene unos límites objetivos que ninguna mayoría puede traspasar:

Este papel "corrector" de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, .../... Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana. Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó .../... la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe -el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas- necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización.

En definitiva: un discurso histórico que denuncia los intentos de imposición de un laicismo que anule los límites que la religión impone al poder político.

No sé por qué, pero creo que no le van a hacer mucho caso...


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