Efectivamente, si Dios ha enviado a su Hijo para salvar al mundo, entonces tenemos la seguridad de que el barco de la humanidad se dirige a buen puerto, sin posibilidad de volver a extraviarse.
Evidentemente, dentro del barco se producen todo tipo de roces, fricciones, traiciones y felonías...; pero el barco sigue su singladura con Cristo por timonel.
Lo que pretende el maligno es que nos desesperemos, que pensemos que esto no tiene remedio y acabemos saltando por la borda; y esto es lo único que no debemos hacer -dar la espalda a Dios- porque es la única manera de evitar la salvación de Dios.
Este fue el error de Judas.
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