martes, 20 de abril de 2010

¿Qué fin persigue Dios con sus normas?

La Ley Natural es la norma que Dios nos da para que llevemos a su plenitud nuestra naturaleza humana. Esta Ley es necesaria, universal e inmutable. Pero, en último extremo, lo que Dios persigue con su norma no es tanto que el hombre alcance la perfección de su naturaleza, cuanto que se someta -por amor y confianza- a su designio. De hecho, el desorden natural del pecado queda suficientemente restaurado por el orden sobrenatural que genera el arrepentimiento por amor. Y es que el pecado ofende a Dios no por la transgresión natural que se produce, sino porque supone el rechazo de su amor. No obstante, en el orden natural, el desorden persiste (Dios perdona siempre; pero la naturaleza nunca) lo que nos muestra la necesidad, universalidad e inmutabilidad de la Norma.

A Dios le interesa más nuestro amor que nuestra virtud o nuestra perfección. De hecho, cualquier otra criatura carente de libertad y voluntad es mucho más perfecta que el hombre. Si Jesús se entregó en su Pasión, no fue para perfeccionarnos, sino para redimirnos; para poder tenernos con Él toda la eternidad: "en verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso", le dijo al buen ladrón, su primer redimido.


El amor del hombre le interesa mucho más que instaurar una sociedad perfecta, lo que sólo ocurrirá con su segunda venida. Es cierto que durante el Antiguo Testamento Dios dictaba normas sociales; pero con el Nuevo Testamento y la nueva alianza, queda superada toda limitación social y el Reino se abre a cualquier hombre de cualquier sociedad. Este es, a mi entender, el significado de la afirmación del Señor: "no he venido a abolir la Ley [que es necesaria], sino a darle cumplimiento [que sirva para amar]"

Si esto es así, entonces deberíamos empeñarnos más en mostrar a los demás el rostro amable de Dios, para que sea amado por todos los hombres. Y dejemos en sus manos la realización de su Reino, lo que nunca conseguiremos con nuestras meras fuerzas.

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