jueves, 24 de enero de 2013

Nuestros límites

El hombre moderno se empeña en combatir a Dios, porque le considera como un límite de su libertad; y en cierto modo no se equivoca: Dios es quien determina nuestros límites morales. Así como la Naturaleza nos impone a los hombres muchas limitaciones con sus leyes físicas; y las autoridades nos imponen límites a nuestra libertad de actuar; así Dios, que es quien nos ha creado, ha establecido limitaciones a la conducta humana para que no nos desviemos de nuestra propia naturaleza, aunque nos deje en libertad para traspasar dichos límites. De hecho, el hombre, en su afán de dominarlo todo, se rebela contra los limites; y ha logrado eliminar muchos de los limites físicos (hemos conquistado la velocidad, el espacio, las telecomunicaciones, etc...), o los ha disfrazado (transexualidad); y ahora solo le queda eliminar a Dios para acabar con sus límites morales.
Pero corremos el riesgo de perder la más importante de nuestras libertades, la libertad intrínseca, la libertad de ser lo que debemos ser. Si incurrimos en el error de eliminar a Dios, de eliminar los límites que nuestra propia naturaleza nos impone, puede que entonces nos creamos absolutamente libres, pero en realidad nos habremos hecho esclavos de nuestro error, de nuestros caprichos, en definitiva, de nuestro pecado. Y de esta esclavitud no es posible liberarse, porque no querremos, ya que nos empecinaremos en el error de creernos libres, absolutamente libres..., sin nadie que nos pueda sacar del error. Por eso dijo Jesús que el pecado contra el Espíritu ( aquél que no se reconoce como pecado) no podrá ser perdonado, nunca...
Dios respeta nuestra libertad y nos permite transgredir sus límites morales sin impedírnoslo; pero también respeta nuestra naturaleza y no elimina los efectos dañinos que esas transgresiones tienen para el individuo y para la sociedad.

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