martes, 18 de noviembre de 2014

Sin Fe, más que racionales somos animales.

Los hombres tenemos una especial capacidad de adaptación, y dejando de ser espirituales podemos llegar a ser cien por cien materiales; e incluso en casos extremos dejar de ser racionales, para ser solo y del todo animales.” [Pasaje de Fulgencio Espa; “Junio 2014, con Él.” Ediciones Palabra]
El hombre es un animal racional; pero su racionalidad le viene precisamente de su condición de ser espiritual, compuesto de cuerpo y alma. Por supuesto que la negación de la existencia del alma no produce que ésta desaparezca; al igual que negar la existencia de Dios no hace que Dios "muera" (como decía Nietzsche). Pero la tozuda negación del alma y sus facultades, el encierro voluntario del hombre en su inmanencia meramente corporal, ha debilitado esa facultad del hombre que es la inteligencia, la racionalidad. 
Primero se sustituyó la fe por la "diosa razón" en la Revolución Francesa (razón que duró bien poco y fue devorada por el Terror); pero si lo importante es lo que el hombre piensa, ¿por qué no dar prioridad a lo que quiere? Y así, el hombre actual ya no es racional, sino que rinde su razón a su voluntad: ¿si es lo que me apetece, por qué no voy a hacerlo? Como mucho se pone el absurdo límite de... ¡si no hago mal a nadie! Y esta estúpida excusa justifica desde el aborto (homicidio de otro ser humano) hasta la degradación de la droga, pasando por el adulterio. La cultura del deseo ha sustituido a la razón ante el vacío creado por la supresión de la fe, de la existencia de una norma superior que limite nuestra voluntad... y así nos va.

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