martes, 4 de noviembre de 2014

Libertad, igualdad y fraternidad

Este era el lema de los revolucionarios franceses en 1789; y por supuesto es un lema ambicioso que todos deberíamos seguir. Pero es curioso que esos mismos revolucionarios rechazasen y combatiesen los lemas mucho mejores que ofrece el Cristianismo; y tanto se empeñaron en demostrar que sólo sus ideas eran correctas y buenas, que acabaron matándose entre ellos, después de acabar con todos los que consideraban sus enemigos. La Revolución Francesa, la libertad de los oprimidos franceses, de los pobres y despreciados, acabó con lo que la Historia conoce como El Terror, así sin más apelativos: el monstruo se devoró (mejor dicho, se decapitó) a sí mismo en la guillotina.
Y es que cuando esa Libertad, Igualdad o Fraternidad no están soportadas por sólidas bases (conocimiento profundo del origen de la dignidad del hombre, su transcendencia) acaban siendo meras palabras que justifican la violencia y el odio que trataban de erradicar.

En cambio, el Cristianismo nos ofrece Verdad (que nos hará libres), Dignidad de hijos de Dios (que nos hará hermanos) y Caridad (que nos hará iguales). Es inexplicable que en general la revoluciones que han pretendido la liberación de los oprimidos hayan empezado por perseguir a los cristianos...
¡Que mal hemos tenido que transmitir el mensaje evangélico! ¡Que mal lo estaremos viviendo cuando transmitimos exactamente lo contrario de lo que predicamos!

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