viernes, 29 de junio de 2018

Jesús nos explica la Ley, pero nos libera del legalismo.


Jesucristo, al transmitirnos su mensaje, conservó hasta la última tilde de la Ley antigua; pero arrasó con todos los añadidos que algunos hombres habían echado sobre los hombros de otros hombres. De la ley deja aquello que nos libera, que nos hace más hombres: el amor a Dios y al prójimo; y elimina lo que nos esclaviza, el legalismo reglamentario (613 preceptos tenían los judíos de aquella época) para el que era más importante cumplir el precepto, que el por qué se cumplía o que la actitud con la que se cumplía. Cristo fue indudablemente un revolucionario, como lo debe ser todo cristiano: pero su revolución consistió en dejarlo todo igual, en volver a los orígenes. Por eso le crucificaron, porque revolucionaba las falsas estructuras entonces establecidas, sin modificar los cimientos: eliminó las super-estructuras que los hombres habíamos construido sobre su mandato.


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