O, ¿cómo vivir el cristianismo?
Se dice que en el medio está la virtud; pero esto sólo es
aplicable cuando se habla de dos extremos viciosos: en este caso, efectivamente
lo recomendable es la moderación. Pero cuando realmente hablamos de virtudes,
lo óptimo está en el extremo: practicar la virtud en su total extensión. De
hecho, la santidad se le reconoce a quien practicó las virtudes de forma
heroica.
El cristianismo es la religión de los extremos, no se
conforma con la mediocridad. Es más, frecuentemente sucede que ambos extremos de
una circunstancia constituyen la virtud; y, en estos caos, el punto medio sería
erróneo o mediocre. Es quizá lo más típicamente original del cristianismo: que
conjuga ambos extremos sin que exista contradicción entre afirmar una cosa y su
opuesta. Así, la virtud está en saber
conjugar los dos extremos; no en practicar ambos a medias. Porque, hablando de
virtudes, la verdad de un extremo no excluye la del contrario; sino que la
afirma. Y también sería un error quedarse en uno de los extremos y negar el
otro: nuestra virtud no sería mediocre, sino que estaría coja.
¿In medio virtus?:
sí, pero no por la mediocridad de quedarnos a la mitad de todo, sino por la
perfección de conjugar los opuestos.
El cristianismo le muestra al hombre el misterio del hombre;
y como éste está hecho a imagen y semejanza de Dios, tiende a la perfección: la
perfección extrema de ambos extremos. ¿Es esto posible? Evidentemente, no; y
esta es la primera contradicción del mensaje evangélico. Porque, ¿no hay en el
mensaje evangélico tantas contradicciones aparentes como en la vida del hombre?
Pues sí, las hay; pero este es el Camino, la Verdad y, en definitiva, la Vida
misma.
Trataré de identificar muchas de las aparentes contradicciones
que podemos encontrar en el cristianismo, en las que ambos extremos se
presentan como la verdad o la virtud.
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