jueves, 4 de marzo de 2010

Lo que ninguna Ley nos puede dar.

Seguimos con la carta cuaresmal del Papa, que es muy corta -dos folios- pero que contiene cantidad de mensajes explosivos para la sociedad actual, como ya hemos tenido ocasión de comprobar en comentarios anteriores.


Otra de las cosas que nos dice es que la Justicia distributiva nunca puede dar todo lo que un hombre necesita, ya que lo más necesario para un hombre es el amor: tanto el amor humano como el divino. Por lo tanto, no basta con distribuir lo que la sociedad tiene, aunque se haga equitativamente. Lo importante es que cada persona reciba el reconocimiento y la dignidad que merece, incluso cuando poco pueda aportar debido a sus circunstancias. Esto ya se acerca más al amor que a la justicia: valorar a cada uno por sí mismo, con independencia de sus circunstancias y sus aportación a la sociedad.


Por supuesto, no se puede pedir a una ley que nos garantice el amor, que por definición no puede forzarse. Pero sí se le debe pedir a la ley que trate de fomentar el amor entre los ciudadanos (hay leyes promulgadas expresamente para fomentar el odio) y no sólo la estricta justicia.


Pero lo que debe ser el objetivo último es que cada uno sienta que ese reconocimiento, que ese amor, le viene de Dios, de su creador; que, en definitiva, es quien nos otorga nuestra dignidad. Por esto, la actitud más injusta sería tratar de apartarnos del amor de Dios.

¿Suena a utopía? Me imagino que sí. Vivimos en una sociedad que no logra implantar la mera justicia distributiva entre sus ciudadanos (y mucho menos si comparamos a los ciudadanos de unas naciones con los de otras): ¿cómo esperar que implante el amor?

Pero creo que es importante no olvidar el objetivo último por muy lejano que lo veamos, si queremos avanzar en la dirección correcta.

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