sábado, 13 de marzo de 2010

Cristo, camino para endiosarnos.

Afirma Santo Tomás de Aquino que "Dios se hizo hombre, para que los hombres nos hiciésemos dioses". Es una gran verdad, como veíamos en la entrada anterior.

Pero me atrevería a mejorar esa afirmación: tras el extravío del hombre por el pecado, Dios se hace hombre para enseñarnos el camino a la divinidad. ¿Que quiero decir? Pues que la cualidad de poder endiosarnos, esa meta, la tenemos desde que el hombre fue creado; pero nuestro pecado nos desvió del camino. Nuestro destino divino no aparece con la Redención; sino que es intrínseco a nuestra naturaleza libre, consecuencia de haber sido creados por Dios a su imagen y semejanza. La Redención lo que hace es restaurar esa naturaleza: nos enseña a amar de nuevo, para que encontremos el camino de la divinidad.

El antropocentrismo actual rechaza el pecado porque considera al hombre su propio dios: somos dueños de nosotros mismos y nuestra voluntad es la única que debe guiarnos. Pero la realidad es totalmente diferente: el pecado existe precisamente porque fuimos creados para ser dioses. Y el pecado precisamente consiste en nuestro rechazo de llegar a ser tales, dioses en Dios.


Y esto sí puede ofender a Dios: que su criatura, destinada al más alto fin, reniegue de Dios y prefiera endiosarse como simple hombre. Incluso peor, al rechazar libremente al Creador, nos endiosamos como animales, ya que pervertimos hasta la propia naturaleza humana, degradándola.

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