lunes, 1 de marzo de 2010

La Justicia de Dios

Benedicto XVI, en la carta cuaresmal que comentábamos en la entrada anterior, no habla sólo de la Justicia distributiva, también nos trata de explicar algo de la Justicia de Dios, "profundamente distinta de la humana".

Decíamos que la justicia humana consiste en "dar a cada uno lo suyo". Pues bien, en la Justicia divina, el Justo muere en lugar del culpable, y éste recibe la bendición que le correspondería al justo... Es decir, cada uno recibe lo contrario de lo que parece merecer: lo contrario de "lo suyo". En la justicia humana, una situación así nos parecería inaceptable, sería un despropósito. Tratemos de comprenderlo.

Ya habíamos hablado de que la Justicia de Dios es su forma de hacer misericordia; y su misericordia es la forma de hacer justicia (ver entrada del 28-6-09). Así, al castigar a su Hijo inocente y perdonarnos a nosotros -los culpables-, entregándonos su Gracia, pone de manifiesto que su justicia-misericordiosa es la forma de mostrarnos su Amor. Dios es Amor; y todo lo que hace es amar. Este es el aspecto de Dios más importante, mucho más que cualquiera de las otras "cualidades" que tanto pueden impresionarnos: la eternidad, la omnipotencia, la omnisciencia, etc. El amor de Dios es lo que le hace que su Justicia le pida a su Hijo "todo lo que puede dar", para darnos a nosotros "todo lo que necesitamos"(1)... Y al que da lo que tiene, no puede pedírsele más. Que nos sirva este pensamiento para no volver a pedirle cuentas a Dios de las hipotéticas injusticias a las que creemos que nos somete...

Y esta forma de hacer Justicia, es el camino que Dios nos muestra para que le imitemos. Este ejemplo, es lo que nos debe animar a crear sociedades justas en las cuales cada uno reciba "lo suyo", no entendido como lo que le corresponde, sino como lo que necesita.

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Utilizo intencionadamente estas expresiones ^[que utilizó un comentarista a mi entrada anterior] para poner de manifiesto que las considero expresión del cristianismo evangélico; y que son algunos cristianos quienes más a menudo durante dos mil años las han puesto por práctica; aunque, por supuesto, el resto de cristianos estamos muy lejos de vivirlas.

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