viernes, 2 de noviembre de 2012

El miedo a la muerte

Hoy, tras la fiesta de todos los santos de ayer, es el día de todos los difuntos. Es decir, de aquellos que ya dejaron este mundo y todavía no están en el Cielo; porque si ya estuviesen, serían santos, declarados o no. Y este es un día que nos recuerda la muerte, ese trance por el que todos hemos de pasar; y del que prácticamente no se puede hablar porque produce cierto terror en toda la cultura occidental.
¿Qué supone la muerte para los creyentes? Pues para un cristiano, la muerte es el trance mediante el cual se separan temporalmente alma y cuerpo: el cuerpo se pudre aquí en la tierra y el alma se enfrenta a su juicio particular. ¿Por qué habría de darnos tanto miedo este trance a los que esperamos una vida mejor? Por supuesto, existe un miedo fundado a que el trance sea doloroso o traumático; y esto es comprensible. También sería comprensible estar preocupado por lo que les ocurrirá a nuestros seres queridos, si dependen de nosotros para solventar sus necesidades fundamentales. Pero yo observo que el miedo a la muerte persiste aún cuando no se prevean ni dificultades para los deudos ni un trance doloroso. Y llego a la conclusión de que si se esperase llegar a la presencia de Dios y gozar infinitamente de su gloria, el miedo no estaría en absoluto justificado; luego la mayoría de los creyentes tiene miedo a enfrentarse a un juicio del que no saldrán demasiado bien parados. Y esto también es muy comprensible, porque todos tenemos suficientes pecados como para que nos pese –y mucho- verlos todos juntos el día del Juicio.
Quizá, si tuviésemos tan presente la misericordia de Dios como nuestros pecados, el miedo disminuiría mucho; y, sobre todo, debemos tener la firme esperanza de que Dios no dejará condenarse a nadie que realmente quiera unirse a Él, por mucha que sea su debilidad. Eso sí, contemplar la bondad de Dios y nuestra mísera condición y recordar las veces que le hemos dado la espalda, nos puede hacer pasar por un mal trago en el purgatorio; pero siempre tendremos la certeza de que es algo temporal y que nos espera toda una eternidad de felicidad junto a Dios.

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