miércoles, 14 de noviembre de 2012

Queremos suplantar a Dios

No es sólo que hayamos vuelto la espalda a Dios, sino que incluso nos enfrentamos arrogantemente a Él y nos empeñamos en destruir su creación, en destruir la naturaleza humana. Pretendemos suplantar a Dios tratando de convertir nuestra voluntad en la única guía de nuestra conducta, en ser dueños de nuestro destino y de nuestra propia naturaleza. Pero hemos acabado convirtiéndonos en colaboradores activos del maligno y hemos terminado enredándonos en sus redes. Los que pretendían ser dioses han acabado siendo siervos del más desgraciado de los seres.

 ¿Hasta cuándo consentirá Dios esto? ¿Se enfadará y nos mandará su castigo?, o simplemente esperará a que las consecuencias lógicas  de tantos desmanes se vuelvan contra la Humanidad y nos obliguen a rectificar dolorosamente el rumbo.
Cualquiera de ambas posibilidades sería justa: nos lo hemos merecido sobradamente. Pero lo que no acabo de comprender es por qué las consecuencias de la soberbia humana caen frecuentemente en primer lugar sobre los menos culpables [nadie es inocente ante Dios]. ¿Será que Dios utiliza ese sufrimiento “injusto” como ofrenda para acortar los padecimientos de los demás? Tampoco podremos reprochárselo, ya que es lo que le pidió a su propio Hijo. ¿Es, entonces, el sufrimiento humano una forma de corredención?

Es la única explicación que se le ocurre a mi pobre mente. Pero para que el sufrimiento fuese provechoso, deberíamos aceptarlo y ofrecerlo… ¡Y qué difícil es cuando no se siente cercano el amor de Dios!

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