sábado, 3 de noviembre de 2018

¿Miedo a la muerte?

Por supuesto que un cristiano en plenitud de su fe no debería tener miedo alguno a ese tránsito entre esta vida y la futura; porque la muerte no es otra cosa que el encuentro con Cristo. Pero como ninguno estamos en la plenitud de nuestra fe; y muchos ni siquiera nos acercamos a ella, la muerte nos despierta unas incógnitas que pueden producir miedo. Y mucho más a aquellos que han seguido una vida contraria al ideal cristiano; y temen el castigo de sus faltas.

Es legítimo tener miedo al este trance, a pesar de que la muerte sea parte de la vida terrena: en concreto, su última parte. A veces lo que nos agobia de la muerte es el dejar a nuestros deudos desamparados sin nuestra ayuda. Y, por otra parte, para los parientes y amigos del difunto, la muerte supone la separación de un ser querido; y este dolor a veces no se compensa ni siquiera con la seguridad de que el difunto disfrutará de una vida gloriosa en el cielo. Por otra parte, la subsistencia de nuestros instintos animales -aunque deberían estar sometidos al control de nuestra razón- hace que el instinto de supervivencia nos induzca a rechazar la muerte.

Quizá la situación ideal de un cristiano que pretende ser coherente con su fe sea afrontar el pensamiento de la muerte con la esperanza de que en la vida futura será plenamente feliz y que desde el Cielo podrá ayudar a los suyos mucho mejor que desde la Tierra.

Para ilustrar mejor esto, incluyo el comentario de un buen cristiano, que llevó una vida santa y entregada a los demás, que contestó cuando ya de avanzada edad le preguntaron si tenía miedo a la muerte:

- La vida eterna será tan larga, que no me importaría llegar allí un poco más tarde...

Es legítimo querer seguir en la vida terrenal en la que Dios quiso que pasásemos la primera parte de nuestra existencia; y esto, tanto para nosotros como para nuestros seres queridos.


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