domingo, 18 de noviembre de 2018

No es el amor lo que se acaba, sino la paciencia de los amantes…


Me explicaré:
Por muy perfecto que sea un amor, los que lo ejercen son humanos y por tanto imperfectos.
No se puede esperar del amado que no nos falle nunca; hasta es posible que nos defraude en ocasiones. Por muy sincero que sea su amor, cometerá errores; incluso en momentos de debilidad, si tiene la imprudencia de tontear con la tentación, cometerá alguna infidelidad. Todo esto es compatible con el amor, por eso, porque somos humanos e imperfectos. 
Lo que hay que comprobar periódicamente es si las tres condiciones imprescindibles del amor se mantienen firmes: 
  • preferir al amado, 
  • dar sin esperar nada a cambio y 
  • buscar siempre su bien. 

Y la prueba definitiva es siempre el dolor: si alguien sufre por su amado, ese amor es auténtico. Por el contrario, cuando solo hay gozo, ese amor es sospechoso de ser interesado.
Lo que ocurre con frecuencia es que no tenemos paciencia suficiente para esperar a comprobar si el amor de nuestro amado es auténtico; y a veces echamos todo a perder al primer error, por impacientes. Y perdemos una magnífica oportunidad de compartir nuestra vida con alguien que nos quiere.
Por fortuna, la paciencia de Dios es tan inmensa como su misericordia; y Él espera siempre nuestras demostraciones de amor, aunque sean en número bastante menor que nuestros fallos. Por eso, porque sabe que somos humanos e imperfectos.


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