martes, 18 de diciembre de 2007

¿Pecado?

Se puede definir el pecado de muchas formas. Las más conocidas son:

"Es la transgresión voluntaria de la Ley de Dios"; o bien, "Es la ofensa a Dios, consciente y voluntaria".

Se dice que la sociedad actual no tiene "conciencia de pecado", no considera que deba arrepentirse de nada. La sociedad actual no es consciente de "transgredir la Ley de Dios", ni es consciente de "ofenderle"... por supuesto, estoy hablando de personas creyentes y con cierta vida religiosa. ¡La prueba manifiesta es que los confesonarios están llenos de telarañas!

Veíamos hace poco que estamos inmersos en la "cultura del deseo"; y que esta cultura ha eliminado no sólo la moral, sino incluso a la razón como base de nuestro comportamiento. Entonces, ¿cómo extrañarse de que no haya conciencia de pecado? Si la norma de conducta es mi deseo; y sólo hago lo que deseo: ¿cómo puedo pecar? ¿cómo puedo ofender a Dios, si yo soy mi dios?

Ahora vienen al caso otras definiciones de pecado más sofisticadas, más académicas:

"El pecado no es más que un acto moralmente malo un acto en discordia con la razón informada por la ley Divina" (Santo Tomás, “De Malo”, 8:3).

"El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta" (Catecismo,
1849).

¿Cómo admitir entonces el pecado, si no hay más razón que mi deseo?

Lo vio mejor el gran San Agustín: "El pecado es amor de sí hasta el desprecio de Dios" (S. Agustín, civ. 1,14,28). Esto sí que se entiende, porque la cultura del deseo no es más que "amor de uno mismo".

Quizá así la humanidad admita la existencia del pecado: el ser creado para amar, se ama sólo a sí mismo.

Quizá sea por esto que en una sociedad que no admite ni la Fe ni las razones se produzcan conversiones asombrosas simplemente por que el individuo se encuentra con Dios, con el Amor... y esto es lo único que pueden sentir superior a su propio deseo: prefiero sentirme amado por Dios, que sentirme amado sólo por mí mismo.

Quizá tenemos que predicar menos y "mostrar más a Dios"... si es posible, con nuestra pobre vida.

1 comentario:

  1. Lo más curioso de todo es que, leyendo la parábola del fariseo y del publicano, posiblemente estemos más cerca de Dios cuando somos capaces de sentirnos pecadores, de reconocer nuestro pecado. ¿Por qué, entonces, tenemos tanto afán en considerarnos libres de pecado?.

    Me ha gustado tu reflexión.
    Acabo de descubrir tu blog, y me gusta lo que leo. A ver si encuentro tiempo para revisar post antiguos.

    Feliz Navidad, y que el niño Dios nos bendiga a todos.

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