domingo, 9 de diciembre de 2007

¿Qué es más racional: la Fe o el deseo?

Tradicionalmente se ha identificado la Fe con una "credulidad irreflexiva"; y ateísmo o agnosticismo se identifica con "duda razonada y razonable". Desde el punto de vista teórico así debería ser: si yo "creo" es porque rechazo las razones que me hacen dudar; si "dudo" es porque he admitido las demás posibilidades que me muestra la razón.

Pero paradójicamente en la realidad ocurre lo contrario. Me encuentro con personas con una Fe profunda e inquebrantable que se empeñan en buscar constantemente razones de su Fe y dan razones de su Esperanza (la tercera virtud teologal, la Caridad, no es necesario razonarla, porque ésta sí la admite todo el mundo sin discusión). Por ejemplo, un Santo Tomás de Aquino -que metía la cabeza dentro del Sagrario para tener mejor inspiración divina- se molestó en escribir la Summa Teológica y desarrollar las cinco vías que demuestran la existencia de Dios.

Por el contrario, es muy habitual encontrar científicos ateos o agnósticos que niegan de partida la existencia de Dios y no se molestan en razonar su negación, ni en buscar una justificación alternativa a la existencia del cosmos o a la vida espiritual del hombre. Su respuesta habitual es que "todo es fruto de la casualidad"; y aunque esta conclusión no es ni remotamente científica ni racionalmente válida, en nombre de la razón, ¡no razonan nada más! Irracionalmente, se empeñan en negar de partida todo lo que no pueden comprobar empíricamente; pero tampoco pueden comprobar la teoría de la relatividad, ni la fuerza electromagnética, ni tienen idea de lo que pueda ser la atracción gravitatoria, ni la vida, ni el amor... y, sin embargo, sí afirman su existencia, a la vista de los efectos que todo ello produce.

Peor aún. El ateo conduce irracionalmente su vida; se empeña en seguir una moral que le destroza espiritual y anímicamente; rechaza la providencia divina, pero se sujeta al augur de los videntes y adivinos; evita la liturgia, pero se somete a la moda; proclama un mundo de reducida natalidad y homosexualidad, y pretende perpetuar la especie.
En nombre de la "diosa razón", de la libertad, la igualdad y la fraternidad se perpetró la peor época de terror en Francia: la dictadura de la Guillotina. Los que "mataron" a Dios para "liberar" al hombre, tienen a sus espaldas los mayores asesinatos masivos que la Historia ha conocido (y que difícilmente podrán superarse en el futuro): nazismo y comunismo, ya sea éste soviético, chino o camboyano.

Quizá sea por esto que hoy en día el dilema no es Fe o razón, sino Fe o "deseo": porque hoy en lo que nadie cree es en la razón. Así, el mundo se divide en dos grandes grupos: los que creen en un Dios, y lo anteponen a su deseo; y los que creen en su deseo y se somenten en cuerpo y alma a él. Para estos, el deseo se convierte en el demonio que los esclaviza y engaña: les promete alcanzar la felicidad satisfaciendo sus deseos; pero, en cuanto los satisfacen, esa felicidad se les escurre entre los dedos como agua cogida con las manos.

La experiencia nos demuestra que a la luz de la Fe, la vida es más racional que bajo la oscura cultura del deseo: si no nos sometemos al Dios creador, nos quedamos sujetos a los demonios y pasiones que rigen el mundo ajeno a la Fe.

Nos liberamos de un Dios amor; y nos sometemos al peor tirano: nuestro deseo.
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P.D.: Por supuesto, existen personas sin Fe que tratan de seguir el dictado de su conciencia, más o menos adaptada a la Ley Natural; pero he querido mostrar sólo los dos extremos, porque el dilema actual es entre los que "creen en Dios" y los que "se creen dios"; siendo éstos últimos los auténticos irracionales.

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