miércoles, 5 de diciembre de 2007

El Evangelio, ¿es de derechas o de izquierdas?

Cuando uno lee el Evangelio con el objetivo de conocer mejor a Cristo y seguirle, tiene muy claro que lo importante no es responder a la pregunta que he formulado, sino imitarle en cada ocasión de nuestra vida.

Pero cuando uno lo lee tratando de encontrar un código social o moral, entonces le gustaría encasillar este código en los moldes actuales... Y mucho más cuando lo que uno pretende es justificar en el Evangelio su propia postura social o política. En este último caso, a cada cual le interesa dejar bien claro que Dios pertenece a su propio partido; y que dejó dicho sin lugar a dudas que todo el Mundo debe regirse por ese mismo "programa electoral".
Veamos entonces a qué ideología pertenece el Evangelio.


Unos dicen que es de izquierdas, marxista: ya que defiende al más débil y ataca las estructuras y normas sociales obsoletas; proclama la bienaventuranza de los pobres; multiplica el pan y lo reparte por igual entre todos. Pero no es marxista: porque pone lo espiritual por encima de lo material; y la salvación del alma antes que la del cuerpo; y defiende la dignidad individual de cada persona, como ser creado y amado por Dios, sin que se le pueda convertir en un mero elemento al servicio de la comunidad.

Otros dicen que es de derechas, capitalista: porque defiende la tradición, la autoridad y hace a un recaudador de impuestos su discípulo (dad al César lo que es del César; y a Dios lo que es de Dios); se hospeda en casa de los ricos; y recomienda a los pobres conformarse con su suerte y confiar en la Providencia. Pero no es capitalista: conseguir beneficios y acumular fortuna no es la meta del hombre (bienaventurados los pobres de espíritu); la propiedad privada tiene una hipoteca social, el bien común: si quieres ser mi discípulo ve vende cuanto tienes y dalo a los pobres...

Los más despistados afirman que es nacionalista: toda la Biblia defiende al Pueblo de Dios, lo libra de sus enemigos y de quienes pretenden oprimirlos; les rescata del destierro y les devuelve a su tierra prometida. Pero no es nacionalista: no se vincula con la lucha terrorista de los zelotes y predice la destrucción del Templo a manos de Tito; abre el mensaje evangélico a todas las naciones (id y enseñad a todas las gentes...) y nos hace hermanos a todos los hombres (Padre nuestro que estás en los cielos...).

De la misma forma, podríamos rebatir que el Evangelio sea un alegato revolucionario religioso, patriota unificador, ultraconservador, postmoderno, legalista, liberal, etc...

La realidad es que el Evangelio tiene algo de cada uno de esos planteamientos sociopolíticos: pero no lo integra en su totalidad, sino que los une cogiendo sólo lo bueno de cada uno de ellos:

Busca el bien común, pero sin alienar a la persona individual.
Acepta la propiedad privada, pero sujeta al bien común.
Mantiene la Ley Divina; pero libera de las costumbres y cargas innecesarias.
Proscribe radicalmente el pecado, pero perdona al pecador arrepentido.
Ama su tradición y su pueblo, pero sin excluir al extranjero con sus propias tradiciones.
Vive en el mundo, pero no es del mundo.
Conoce las necesidades humanas (multiplicación del pan), pero afirma la primacía de las necesidades espirituales (no solo de pan vive el hombre).
Libera al hombre con la Verdad; pero le sujeta al mandato del amor (amaos unos a otros como Yo os he amado).

El Evangelio no es un panfleto en el que justificar una ideología: es un profundo manual de vida para aplicarlo completo a cada circunstancia y para vivirlo con el prójimo... no podemos ir tomando sólo lo que nos interesa y rechazando el resto.

Por eso, identificar el Evangelio con alguna de las ideologías es mutilarlo hasta dejarlo irreconocible; y utilizarlo para defender nuestra ideología frente al prójimo, es lo más contrario al propio mensaje evangélico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario