miércoles, 23 de abril de 2008

La libertad y la verdad

Jesucristo nos dijo: "la verdad os hará libres"; pero el hombre moderno prefiere contraponer libertad y verdad, como si fuesen cosas incompatibles.

Efectivamente, la verdad nos libera, desde el punto de vista de que nos permite elegir con conocimiento de causa (y conocimiento de los efectos). Pero el hombre moderno que no quiere encontrar ningún obstáculo a su soberana voluntad se encuentra con que la verdad, al ser conocida en todo su esplendor, limita sus posibilidades de elección: es muy difícil conocer la verdad y darle la espalda.

Por ejemplo: ante una foto de un niño abortado en la que se ve claramente la verdad del homicidio, nadie es capaz de defender esa atrocidad y, mucho menos, de cometerla. Por eso, para no limitar las posibilidades de elección de las mujeres, se prefiere ocultar la verdad y seguir con la mentira de que el aborto es una simple operación quirúrgica, la extirpación de un pequeño tumor... del pre-embrión.

Pero el hombre moderno va más allá. No le es suficiente con dejarse engañar, con preferir la mentira a la verdad. Para poder ser "libre" totalmente, para que su soberana voluntad (la ley del deseo) no encuentre límite alguno, es preciso negar la verdad: no existe una verdad, sino mi verdad, muchas verdades, tantas como deseos... y cambiantes según las circunstancias. De este modo, se libera también de la necesidad de buscar la verdad antes de decidir, evita esa penosa sensación de estar dejándose engañar constantemente: si no hay verdad, tampoco hay mentira; si no hay verdad, la única norma es mi deseo.

Pero la realidad es muy tozuda: negar la verdad y seguir la ley del deseo no lleva a la felicidad que parecía prometer, sino al vacío existencial y la angustia.

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