martes, 28 de junio de 2011

La última cena

Nos recuerda Benedicto XVI en la segunda parte de su libro "Jesús de Nazaret" la importancia de la Última Cena de Jesús con sus apóstoles. E insitse en que la importancia no se debe a que se trate del último convite de Jesús con sus discípulos, sino por lo que en ella aconteció: se instituyó el sacramento de la Eucaristía, el sacramente de la presencia real de Jesús con nosotros para siempre.
Por lo tanto, nos insiste el Papa, la conmemoración que diariamente se hace de esa última cena, no debe convertirse en un convite entre los seguidores de Cristo, sino en la conmemoración de lo que Él instituyó: la entrega de su cuerpo y de su sangre.
La Misa no es tanto una "asamblea de fieles" o un "convite fraterno", como la reunión para hacer presente a Cristo (que nos amó hasta el extremo) y recibirle bajo las especies de pan y vino. Esto es lo que debe inspirar toda la liturgia eucarística: la presencia de Cristo entre nosotros; y a Él se le deberá dar toda la prioridad. Si olvidamos esto, estaremos convirtiendo la maravilla de amor de la Eucaristía, en una convención de colegas.  
Y así lo entendieron los apóstoles y los cristianos durante siglos, ya que hasta la reforma del siglo XVI no se utiliza ningún término que signifique convite para referirse a la celebración de la Eucaristía.

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