sábado, 25 de junio de 2011

La vida eterna

Sigo ahora con los comentarios al segundo libro de Bernedicto XVI sobre "Jesús de Nazaret".

Habitualmente, cuando los cristianos hablamos de "vida eterna", estamos pensando en la vida que hay después de la muerte; y esto es un grave error. Benedicto XVI nos recuerda que vida eterna no significa la vida que nos espera después de muertos, como una contraposición de la vida actual. La vida eterna es toda la vida del hombre, la única vida desde que nace y su alma es creada, hasta toda la eternidad durante la que perdurará esa alma. Así nos lo aseguró el Señor: "el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre" (Jn 11,25); es decir, para él la muerte será sólo un tránsito para continuar con la vida…
Al hablar de vida eterna, estamos estableciendo una diferencia no entre dos etapas de la vida, sino entre dos formas de vivirla. Porque, en efecto, hay una diferencia entre el mero existir de los seres vivos y el vivir de quien transciende la mera vida material y llega a la plenitud de la vida espiritual. Y ¿cómo se transciende este mundo? Pues Benedicto XVI nos indica que la respuesta nos la da el mismo Cristo en su oración sacerdotal: "ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado" (Jn 17,3). Por tanto, la vida eterna, la trascendencia, se nos da por el simple conocimiento de Dios y de Cristo que nos ha sido revelado. En el fondo, es así de simple: el hombre se hace inmortal uniéndose al que es Inmortal; y para esta unión basta con conocerle.
E incluso ese simple conocimiento se nos ha puesto bastante fácil, ya que, en Cristo, Dios sale continuamente al encuentro de los hombres, para que ellos puedan ir hacia Él. Dar a conocer a Cristo significa dar a conocer a Dios: "si me has conocido a mí, has conocido al Padre".

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