lunes, 12 de diciembre de 2005

La libertad, ¿nos hace libres?

Una vez aclarados los conceptos fundamentales sobre la libertad, deberíamos estudiar qué características debe tener para ejercerla correctamente y que nos permita llegar a ser libres. Por supuesto, nos vamos a centrar en la libertad intrínseca, aquella cuyo correcto ejercicio depende de cada uno y no de circunstancias externas.

Como primera premisa, la libertad ha de tener un objetivo, de lo contrario se convierte en un errático proceso de elección entre opciones inconexas. Una cosa es el ejercicio de la libertad plasmado en actos concretos de nuestra voluntad siguiendo un plan determinado, con un objetivo concreto; y otra cosa es la libertad de obrar para la satisfacción de los instintos o para la mera elección entre opciones indiferentes. El ejercicio de la libertad, nuestra voluntad, debe perseguir un objetivo concreto y preconcebido: acorde con el fin de la naturaleza humana. Como dice el poeta alemán Friedrich Hebbel: "La vida no es algo, sino que es la oportunidad para algo"; pues bien, es a este algo al que debemos dirigir nuestra libertad; y evitar desaprovechar la oportunidad de alcanzarlo. Si no nos marcamos una meta, un destino, que guíe nuestra voluntad, no estaremos utilizando provechosamente la libertad.

Por otra parte, la libertad únicamente puede ejercerse en relación a la verdad. Si hemos de elegir, deberemos estar correctamente informados de todas las posibilidades de elección y de las consecuencias de cada una de ellas. Si estamos en el error, nuestras decisiones serán aparentemente libres como actos de nuestra voluntad; pero no habrán sido libres en cuanto que pretensión de alcanzar un objetivo. Habremos elegido libremente una cosa, pero fruto de nuestra ignorancia o nuestro error, conseguimos otra. De esta forma, el error y la ignorancia se manifiestan como la coacción intrínseca más fuerte que existe, ya que anula la libertad sin que la voluntad se dé cuenta: ni siquiera existe posibilidad de rectificar.

Debemos explicar esta última afirmación un poco más. Cuando encontramos dificultades en lograr un objetivo que nos hemos propuesto, podemos forzar nuestra voluntad para seguir intentándolo o buscar nuevas formas de alcanzarlo; pero cuando estamos persiguiéndolo de forma errónea, el empeño de nuestra voluntad sólo conseguirá que nos desviemos cada vez más de nuestro objetivo. Por ejemplo, si en tu empresa te ordenan ir a Barcelona y tú decides ir a Sevilla, en cualquier momento podrás rectificar tu decisión y adecuarla a los objetivos de tu empresa. Pero si tu enfilas por error la carretera de Sevilla creyendo que es la de Barcelona, ni siquiera te plantearás la posibilidad de rectificar; y cuanto más avances, más equivocado estarás. Sólo si sales del error podrás rectificar y cumplir los objetivos de tu empresa. Otro ejemplo: si decides tomar una medicina con el convencimiento de que te curará, pero resulta que es un veneno, habrás ejercido tu libertad en el sentido opuesto al que pretendías: la ignorancia imposibilitó tu libertad y tu buena intención no evitará tu muerte. Como ves, la ignorancia, además de anular tu libertad, no te evita sufrir las consecuencias del error cometido.

Este es el sentido de la frase evangélica "la verdad os hará libres" (Jn 8, 32), que tiene en nuestros días especial vigencia, ya que ahora existen mayores cotas de libertad a ejercer: pero no podremos ejercerla si no nos liberamos de la ignorancia y el error. Por esto se puede afirmar que la libertad no nos libera, sino que simplemente nos permite actuar; lo que nos libera es la verdad, que es la que nos permitirá determinar el sentido de nuestra vida, marcarnos un rumbo y seguirlo de la manera más efectiva.

Por último, la libertad ha de ser responsable. No tiene valor alguno la decisión que se toma sin intención de afrontar -o de disfrutar- sus consecuencias. Las decisiones no terminan en el momento de su adopción, sino que se proyectan en nuestra vida durante un tiempo: a veces durante un largo período o el resto de nuestra vida. El que acepta responsablemente las consecuencias de sus decisiones no es menos libre, aunque ello le exija renunciar a otras opciones que se le puedan plantear posteriormente, sino que simplemente es consecuente con su conducta: está ejerciendo su responsabilidad.

El ejercicio de la libertad está vinculado a la posibilidad de elección o cambio; pero si nos auto-determinamos un proyecto de vida y luego lo estamos modificando constantemente, entonces no estaremos ejerciendo la libertad, sino la irresponsabilidad.

La libertad es una facultad que debemos ejercer con responsabilidad si queremos ser libres.

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