martes, 22 de julio de 2008

La mentalidad del mundo

Terminamos por ahora con la serie de entradas sobre Jesús de Nazaret.


Nos comenta Benedicto XVI que algunos hombres no se conforman con el Reino de los Cielos, ellos como "son hombres" quieren el "Reino de la Tierra". Interpretan el sermón de la montaña como la envidia de los cobardes e incapaces, que no están a la altura de la vida y el mundo; y quieren vengarse con las bienaventuranzas, exaltando su fracaso e injuriando a los fuertes, a los que tienen éxito, a los que son afortunados.

Los que así piensan, ante la amplitud de miras de Jesús contraponen una concentración angosta en las realidades de aquí abajo: la voluntad de aprovechar ahora el mundo y lo que la vida ofrece, de buscar el cielo aquí abajo y no dejarse inhibir por ningún tipo de escrúpulo. Y tienen razón en cuanto a la contraposición entre el Reino de Dios y el reino mundano: sí, las Bienaventuranzas se oponen a nuestro gusto espontáneo por la vida, a nuestro hambre y sed de vida. Exigen conversión, un cambio de marcha interior respecto a la dirección que tomaríamos espontáneamente. Pero esta conversión saca a la luz lo que es puro y más elevado, dispone nuestra existencia de manera correcta... sólo por la vía del amor, cuyas sendas se describen en el sermón de la montaña, se descubre la riqueza de la vida, la grandiosidad de la vocación del hombre.


Como decía Juan Pablo II, Dios revela al hombre el misterio del hombre: Jesús es nuestro Camino, la Verdad y la Vida; el que por soberbia quiera ser como Dios por otra vía, perderá su vida.

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