lunes, 22 de junio de 2009

Podríamos dividirnos en tres tipos

Podríamos dividir a la humanidad en tres tipos de personas:

Los que piensan que el hombre es el fruto casual de la evolución de la materia. Por lo tanto, sería uno más de los animales, el animal racional, el nivel superior de la escala evolutiva; pero como tenemos libertad, podemos resultar dañinos al resto de los seres vivos y alterar el "casual" proceso evolutivo. Son los partidarios del "proyecto simio", que preferirían que esta especie tan peligrosa desapareciese de la faz de la Tierra; y así la materia pudiese seguir con su evolución sin interferencias. A la postre, igualan a todos los hombres asignándoles el último puesto de la creación; aunque con frecuencia algunos de ellos creen haber encontrado el sistema perfecto y se consideran en el derecho de imponérselo al resto de la masa.

Después están los que se consideran el centro del universo: la inteligencia humana debe someter todo al servicio del hombre, muy especialmente al servicio de aquellos hombres que con su inteligencia ayudan al progreso de la especie humana. Son los partidarios del Nuevo Orden Mundial y miembros del Club Bilderberg. No les preocupa cómo ha sucedido; pero si el destino les ha puesto al frente de la humanidad, ellos deben dirigirla del modo que más convenga a sus intereses: una humanidad narcotizada por el hedonismo y el materialismo que -pensando que actúa libremente- les permita el control total y disfrutar de sus privilegios en paz. Por supuesto, cualquier ideología o creencia distinta de las que ellos propagan supone una amenaza a su hegemonía y debe ser exterminada... disimuladamente, sin imposiciones, que parezca una modificación paulatina y lógica de las costumbres sociales: hay que preservar la paz (al menos aparentemente) para que el sistema financiero mundial (que es el instrumento del poder) no sufra.

Por fin, estamos los que creemos que la evolución ha sido minuciosamente planeada por una inteligencia superior. Que el hombre es el culmen de dicha evolución con una diferencia cualitativa inmensa con los demás seres: tiene dignidad personal, valor en sí mismo, porque ha sido expresamente querido por el Creador. Esto nos encuadra en una categoría tan especial, que iguala a todos los hombres reduciendo al mínimo las diferencias que, ante la sociedad descreída, pudiesen parecer muy grandes. Pero también nos impone obligaciones: tenemos que corresponder al querer de Dios con nuestra libre voluntad; y habitualmente tendremos que responder queriendo a los demás seres que Dios quiere. En definitiva, buscar el bien común por los caminos que nuestro creador nos ha revelado.

Aparentemente, el primer grupo ha quedado superado con la caída de los absolutismos socialistas o nacional-socialistas. El segundo grupo está ahora mismo en pleno desarrollo, muy cerca ya de alcanzar sus objetivos. Pero se encuentra con un escollo terco y recalcitrante, que ni se deja comprar ni se deja convencer...; y por esto tratan de anularlo, de excluirlo de la sociedad progresista: el Cristianismo, como viene haciendo desde hace dos mil años, se opone a cualquier poder humano que quiera someterlo...; y lo seguirá haciendo dentro de otros dos mil años, cuando esta sociedad progresista y prepotente sea historia, como lo es la antigua sociedad romana, a la que tanto se parece.

Dicho esto: ¿en qué grupo queremos encuadrarnos?

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