martes, 18 de mayo de 2010

Demostrar lo indemostrable

Los filósofos saben muy bien que hay diversas vías para demostrar la existencia de Dios [sin ir más lejos, en las primeras entradas de este blog se incluyen varios razonamientos que avalan la existencia de un Creador]; pero lo que es totalmente indemostrable es la inexistencia de Dios.

Pues bien, al parecer el hombre postmoderno ha encontrado una manera de demostrar lo indemostrable. Para negar a Dios, ha negado al hombre, rebajándole a una mera evolución casual de la materia, sin espíritu, sin trascendencia y que desaparece tras su muerte como cualquier animal. Al negar la existencia de un ser superior al animal, espiritual, trascendente, con capacidad de amar, se niega necesariamente también la existencia de Dios; pues no podría existir el Dios de los cristianos sin que crease una criatura a su imagen y semejanza, que le diese gloria con su capacidad de amor. Y esto, entre otros motivos, porque Dios es amor y el amor es apertura a los demás; Dios es el bien, y el bien es difusivo de sí mismo.

Ya sé que, en pura teoría, Dios podría existir muy a gusto sin necesidad del hombre...; y, si me admitís esta forma de decirlo, quizá estuviese más a gusto sin nuestros constantes fallos...; pero no puede pensarse en un Creador que no hubiese creado una criatura que le pudiese llegar a conocer.

Además, negando al hombre espiritual, se niega la posibilidad de que nada creado pueda conocer a Dios; y entonces, ¿qué más da que exista o no?

Y la razón más importante: al negar al hombre se niega a Cristo, el Hijo del Hombre, y encarnación de Dios; y, por tanto, se arrasa de un golpe con todo el cristianismo.

Casi se podría parafrasear a Nietzsche: el hombre ha muerto luego Dios ha muerto.

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