miércoles, 26 de septiembre de 2018

Lo perfecto

Pero además de evitar el pecado (que es lo que causa el mal al hombre) y de tratar de hacer el bien, incluso con amor al prójimo, existe un camino más perfecto, que es el que Cristo nos enseña después del discurso de las Bienaventuranzas:

Pero a vosotros los que oís, os digo: 

Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;

bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; 
y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.
A cualquiera que te pida, dale; 
y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, 
así también haced vosotros con ellos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? 
Porque también los pecadores aman a los que los aman.
Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? 
Porque también los pecadores hacen lo mismo.
Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? 
Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, 
y prestad, no esperando de ello nada; 
y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; 
porque él es benigno para con los ingratos y malos.
Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. (Lucas 6, 27-36)

Éste es el camino de la perfección. Como ninguno somos perfectos, no lograremos seguirlo; pero es bueno conocerlo para, por lo menos, intentarlo.

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