domingo, 17 de febrero de 2008

La política al servicio de la verdad

Hablábamos en la anterior entrada sobre la necesaria coherencia de los católicos en su actuación política; que tiene que ser una vocación de servicio al bien común.

Pues bien, quizá la primera clave nos la da Benedicto XVI en el discurso que no le dejaron pronunciar los liberales y tolerantes (que son los primeros en imponer censuras y decidir qué es lo que se puede tolerar) en la universidad La Sapienza: el primer servicio es hacer política en base a la verdad.

La actuación del católico no puede limitarse a la lucha por conse­guir mayorías aritméticas, sino que debe desarrollar un "procedimiento argumental sensible a la verdad". Pero, con frecuencia, la sensibilidad a la verdad cede ante la sensi­bilidad de los intereses partidistas o la conveniencia de dar la razón al público, para conseguir su voto. Por esto mismo, sería interesante escuchar otras instancias distintas de aquellas que, como los partidos políticos, tienen intereses concretos en la determina­ción de qué es la verdad. Por esto es especialmente necesario el servicio de aquellos que acceden a la vida pública para servir al bien común en vez de hacerlo para servirse de ella: sus opiniones resultan más fiables. También por esto es más infame el ataque a la Iglesia cuando expresa sus opiniones morales y su ética social, ya que lo hace bastante más independientemente que aquellos agentes sociales que persiguen un interés propio.

No obstante, tenemos que reconocer que el ejemplo de tantos que se dicen católicos no es precisamente el que acabamos de exponer; y que también se ha podido confundir, en algunas desafortunadas ocasiones, la defensa del bien común con la defensa de los legíti­mos derechos de la Iglesia; que los tiene, pero que deben ceder siempre ante el bien común.

Hasta que no haya un ejemplo claro de anteposición del bien común al personal en la actuación de los políticos católicos, nuestra influencia en la vida pública será nula o negativa.

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