jueves, 25 de junio de 2009

El amor tiene razones que la razón no entiende

El amor tiene razones que la razón no entiende. Esto lo hemos experimentado todos con cierta frecuencia: sentimos la necesidad de actuar sin una razón lógica o, incluso, en contra de toda lógica. Ésta es la característica peculiar del enamoramiento.

En principio, como seres racionales que somos, es mejor que en nuestra vida nos dejemos aconsejar por la lógica; y que actuemos en base a razones de peso si queremos alcanzar nuestros objetivos humanos.

Pero si el objetivo que buscamos es la felicidad, entonces no está tan claro que sea la razón la que nos la pueda proporcionar: nadie es feliz a base de encadenar razonamientos. La felicidad tiene mucho más que ver con el amor que con la filosofía o la técnica. Tanto a nivel personal como social: será el amor el que nos consiga una sociedad más humana, un mundo más justo, en el que merezca la pena vivir. Entonces, ¿por qué hacemos más caso a las razones de nuestra lógica, que a las razones de nuestro amor?, por muy evidentes que aquéllas se presenten y muy inseguras que éstas aparezcan.

Desde que la revolución francesa entronizó la razón, hemos desechado las otras formas de conocimiento (la intuición y la fe), a pesar de que la historia nos revela que este mundo más lógico y científico no nos ha traído la felicidad que esperábamos (de hecho, la "diosa razón" provocó en Francia la "época del terror" presidida por la guillotina, el periodo más negro de su historia).

Exigimos razones para todo; pero no todo es posible razonarlo. Es muy habitual entre los jóvenes el siguiente planteamiento: "si no consigues convencerme de que algo es malo, no puedes prohibírmelo". Y no caen en la cuenta de que si algo es malo, lo seguirá siendo a pesar de mi falta de capacidad para convencerles (o de su falta de capacidad para entenderlo). Quizá sea esta la razón por la que se les puede ver disfrutando con tantas cosas que, a medio plazo, acabarán destruyéndoles; y entonces se quejarán: ¡nadie me lo advirtió!; cuando deberían decir: ¡nadie me convenció de que era malo!

No me acaba de convencer ese afán actual de intentar razonar toda la fe y la moral. Hay que ser razonables; pero la razón no puede tener ni la única ni la última palabra. Si se trata de buscar la felicidad -temporal o eterna-, la intuición y la fe son mejores consejeras que el razonamiento o la ciencia.

2 comentarios:

  1. Anónimo8:44 a. m.

    Y la fe de los Barrabravas-asesinos , como la catalogas?

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  2. En latino-américa se conoce como Barrabravas a los hinchas de equipos de futbol que destacan por su violencia. No creo que eso tenga nada que ver con la Fe, sino con la barbarie; y, por supuesto, no estoy recomendando actuar irracionalmente llevados por impulsos violentos.

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