martes, 12 de octubre de 2010

El rescoldo del cristianismo

Recientemente he leído un artículo en el que se comentaba que el historiador y parlamentario británico Arnold Toynbee comentó durante una sesión parlamentaria: "... El ocaso no llegará. Occidente es distinto a causa del cristianismo. En occidente está presente el cristianismo y el cristianismo en un manantial de constante renovación. ¡El cristianismo es esa minoría creativa en el corazón de la civilización!"

Estas palabras me han hecho pensar mucho.

Primero, que el cristianismo es efectivamente la raíz de la civilización occidental: ante la duda no tenemos más que compararnos con otras civilizaciones orientales y ver en qué radica la diferencia entre una y otras. Pero si a una civilización le arrancamos la raíz, ¿qué pasa con el resto? Pues ocurre lo mismo que si le arrancamos la raíz a un árbol: la copa se seca. Y esto es lo que le está pasando a la civilización occidental: alejada de sus principios cristianos, está abocada al ocaso, se está secando, mientras se ve invadida por civilizaciones que tienen mucho menos que ofrecer. En definitiva, es un suicidio.

Por otra parte, es cierto que el cristianismo, al no ser la religión de una civilización, pueblo o raza concreta, ha sabido adaptarse siempre a toda circunstancia y también ha sabido adaptar su entorno: de hecho, en occidente acabó permeando toda la actividad social. Pero no debemos olvidar que al principio, esa sociedad que acabó rindiéndose al mensaje cristiano le estuvo persiguiendo y tratando de aniquilar durante casi cuatro siglos. Y tampoco debemos olvidar que el cristianismo también ha sabido sobrevivir en civilizaciones muy hostiles: está presente en Japón, la India, China... y permaneció en el mundo comunista, pese a la persecución feroz que sufrió. Por esto es por lo que Toynbee confiaba en que el "rescoldo" del cristianismo acabase avivando a toda la decadente sociedad que intenta, por todos los medios, apagarlo.

La cuestión no es si el rescoldo cristiano tiene capacidad de salvar una sociedad, lo que ya ha demostrado sobradamente a lo largo de la Historia. La cuestión es si los cristianos vamos a ser capaces de reavivar el rescoldo que tenemos de nuestra propia fe, enterrado bajo las cenizas de una sociedad paganizada y hedonista; y vamos a reavivar esa fe y la esperanza en nuestro mensaje, en la Palabra de Dios y en la Eucaristía, que son las únicas armas de las que disponemos para tan ingente misión.

Porque si seguimos tratando de ganarnos al mundo con las armas del mundo, la batalla estará perdida antes de comenzarla.

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