lunes, 4 de octubre de 2010

Cuando el camino no está claro

Por supuesto, en la vida diaria del cristiano no siempre es fácil descubrir cual es el camino correcto. Ya sabemos que, frecuentemente los atajos se revelan como caminos mucho más duros y en los que podemos extraviarnos con facilidad.

Pero hay veces en las que Dios permite que el camino se vuelva borroso, que sus márgenes se desdibujen, que en alguna encrucijada no aparezca clara la senda a seguir. No se trata de abandonar el camino, ni de buscar atajos, sino simplemente de que aparece la duda.

Esta situación siempre nos incita a la rebeldía: si yo estoy dispuesto a seguir el camino, por qué no se me muestra claramente.

Pues tenemos que rechazar esta tentación, porque Dios tiene siempre sus razones; pero no siempre nos permite conocerlas. Repito lo dicho en la entrada anterior: Dios nos pide que le creamos, no que le entendamos. Si se plantea la duda, debemos poner más ahínco en descubrir el camino: el quedarse parados o salirse por la tangente, no conducen a la meta.

En la mayoría de los casos, será Dios quien consienta esas dudas: ya sea para probarnos o para dejarnos bien claro que Él es el Camino, la Vedad y la Vida: para que siempre le utilicemos como referencia segura.

Recuerda que Jesús libró de las dudas a los discípulos mientras estuvo con ellos: a pesar de que no entendían casi nada de lo que les decía y de sus frecuentes errores, su confianza en el Señor no flaqueó. Lo contrario de lo que pasó cuando su palabra se vio cumplida y sucedió todo como se lo había predicho: entonces es cuando comenzaron sus dudas y se puso a prueba su fe; prueba que no todos superaron a la primera.

Por el contrario, a Judas sí le permitió dudar y consintió que sus dudas le llevasen a extraviarse: ¿por qué?

Quizá comprendamos estos misterios en la otra vida. Ahora lo único que se me ocurre es conjeturar que las disposición que cada uno tenga frente a Dios tienen mucho que ver: hay quien busca motivos de duda y quien los rechaza. Imagino que estas diferentes actitudes de cada uno influyen mucho en el camino que Dios nos marca y en cómo nos lo marca.


Y, por supuesto, ante la duda... Rezar.

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