jueves, 14 de octubre de 2010

La ideología de género

Hace siglo y medio, la civilización -inmersa en la revolución industrial- se lanzó alocadamente a la carrera del progreso sin pensar el coste que dicho progreso pudiese tener: no tuvo en cuenta ni la protección del más débil (el trabajador arrancado del mundo rural y esclavizado en entornos industriales urbanos) ni la conservación de la Naturaleza, que tuvo que soportar todo tipo de agresiones que amenazaban el equilibrio medioambiental en muchas partes del planeta. Fueron necesarias décadas de aberraciones hasta que el afán progresista industrial se moderó y permitió al hombre ver lo que ocurría a su alrededor; y empezar a poner coto a tanta destrucción.

Pues bien, desde la segunda mitad del siglo XX -y especialmente en sus dos últimas décadas- el hombre se ha lanzado a la carrera de disfrutar de las posibilidades que los avances científicos han puesto a su alcance; y en esta alocada carrera tampoco tiene tiempo de pararse a ponderar las consecuencias de sus actos.

Primero se controló la fecundidad humana; y el hombre se lanzó a disfrutar del sexo sin miedo a las consecuencias. Después se la logrado controlar la propia generación del nuevo ser; y muchos se han lanzado a "fabricarse" hijos a su medida, cuándo, cómo y dónde les ha parecido mejor, sin tener en cuenta el bien final de ese hijo que tanto desean.

Y, tras los dos adelantos anteriores, nos hemos lanzado a transformar la sociedad natural basada en la familia (hombre y mujer en unión permanente), sustituyendo la estructura social en la que los individuos se incorporaban a través de una familia basada en lazos de amor, por una estructura totalmente artificial e inviable en la que se considera familia a cualquier colectivo que sea capaz de interaccionar sexualmente.

Y para evitar que las diferencias de sexo ralenticen esta alocada carrera, nos hemos lanzado a eliminarlas y a imponer -a sangre y fuego- una ideología de genero que no es más que la destrucción del ser humano como se ha considerado hasta la fecha (acorde con su naturaleza real): la deconstrucción del hombre.

Y todo para que el goce y la libertad humana sea ilimitada: tratamos de liberar al hombre de su propio cuerpo. Es lo más parecido a Dios: un ser sin limitación alguna que realiza en todo momento su deseo.

Pero en Dios esto es acorde a su naturaleza divina; mientras que en el hombre supone la destrucción de su naturaleza

Por supuesto, para poder imponer esta ideología de género, se debe destruir primero en el hombre todo concepto de trascendencia -de reconocimiento de límites a la actuación humana-, ya que ésto limitaría nuestra libertad de autodestruirnos con tal de gozar sin límite. Con este objetivo, cualquier esfuerzo por corromper la sociedad cristiana será poco; y a los que se opongan se los tachará de retrógrados, fanáticos, peligrosos... y se les acabará persiguiendo. Parece como si la sociedad, ajena a cualquier código moral, hubiese caído en la dependencia de la "droga del deseo" y no le importase lo que haya que destruir para conseguir droga.

¿Es esto diabólico? ¿Hasta cuándo lo consentirá Dios? Quizá hasta que volvamos nuestro rostro hacia Él y le pidamos sinceramente que vuelva a tomar el timón de nuestra sociedad. Entonces podremos mirar a nuestro alrededor y ver todo lo que hemos destruido...

1 comentario:

  1. Te felicito por decir la Verdad y aclarar estos temas tan en boga!!!

    ResponderEliminar