miércoles, 2 de junio de 2010

El misterio del hombre

La sociedad occidental se puede permitir el lujo de despreciar al Cristianismo porque ya se ha apoderado de todos sus tesoros, ya los ha incorporado a su sociedad y a su vida; y ahora desecha ese credo, como a un envoltorio vacío, porque cree que ya no lo necesita; el hombre postmoderno cree que ya puede seguir solo.

Pero se equivoca profundamente, porque el Cristianismo no es sólo el conocimiento del misterio del hombre [algo que no valoramos, porque nos resulta obvio tras dos mil años de Revelación]; sino que el Cristianismo debe ser el modo en que ese hombre agradece y ama a su Creador; y esto nunca es desechable sin dañarnos a nosotros mismos. Porque lo más importante para el hombre no es el conocimiento de su naturaleza, sino el conocimiento de su vinculación con Dios: el eje de la Revelación es la filiación divina; el conocimiento de que somos hijos de Dios, criaturas elevadas al rango de lo sobrenatural. Y despreciar esto es despreciar al hombre y animalizarlo.

El hombre postmoderno ha desechado el envoltorio, sin asegurarse antes de que estuviese vacío; y a tirado junto con él lo que hace hombre al hombre, lo que le distingue de los animales; y se ha quedado sólo con aquello que más le animaliza, por mucho progreso científico que haya alcanzado.

E incluso esto lo ha hecho mal, pues también desecha lo más obvio de su propia naturaleza material [su sexo biológico] y lo más humano de su sociedad [la familia].

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