jueves, 2 de agosto de 2018

La salvación depende de nosotros; pero ya nos ha sido dada.


Esta paradoja me fue aclarada hace tiempo por un sacerdote sabio y santo de forma muy sencilla:
El tema de la salvación es como un barco cuyo rumbo conduce directamente a buen puerto; pero depende de cada uno de los pasajeros llegar con bien a ese puerto: si no permanecemos en el barco, si no colaboramos con los demás, no estaremos a bordo cuando el barco atraque.
O lo que es lo mismo: nuestro comportamiento en esta vida es “condición” para nuestra salvación; pero no es la “causa”. La salvación nos ha sido concedida gratuitamente por Dios y recuperada (redimida) por Cristo cuando nosotros la perdimos. Nada de lo que nosotros pudiésemos hacer nos otorgaría el “derecho” a salvarnos, porque compartir la vida divina es algo que nosotros no podemos lograr, es Dios quien nos lo regala gratis (gratia en latín es gracia: todo es gracia de Dios). Pero hay una condición imprescindible: que nosotros queramos salvarnos y hagamos los esfuerzos oportunos para ello; mejor dicho, que no pongamos obstáculos a la gracia de Dios para demostrar que realmente queremos salvarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario