martes, 12 de diciembre de 2023

El sentido del pecado

Recientemente, un sacerdote me dijo que los católicos ha dejado de ir a la Misa dominical porque han perdido el sentido del pecado; y, entonces, ¿para qué ir?

Desafortunadamente, tengo que coincidir con él en lo de la pérdida del sentido del pecado, porque es cierto que la moral está muy relajada y cada uno juzga su conducta según el propio criterio, que suele ser bastante benévolo. Pero no acabo de comprender su conclusión. A la Misa dominical se debería acudir para rezar, tratar con Dios y, además, hacerlo en comunidad, junto con nuestros vecinos. Cuando era niño, mi padre, los domingos nos compraba un tebeo y luego nos tomábamos el aperitivo. Quiero decir que se santificaba el domingo de todas las maneras posibles: rezando, reuniéndonos con los demás, pero también celebrando la resurrección del Señor con algún extra. Si resulta que algunos van a Misa exclusivamente por que sería pecado no hacerlo, estarían cumpliendo el precepto; pero no creo que estuviesen santificando la fiesta.

Quiero ir más allá. El cristianismo no es ni una moral ni un libro. El cristianismo es el seguimiento de una persona, Jesucristo, que nos mostró el camino de la salvación, es decir, de nuestra felicidad. Y los cristianos deberíamos estar más preocupados en amar a Jesucristo que en evitar pecados. Porque ya lo dijo Él mismo: si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y el principal mandamiento que nos dio fue: amaos unos a otros como yo os he amado. Resumiendo: el cristianismo se basa en el amor. No serviría de nada mantener una moral perfecta si no amamos. Por el contrario, si fuésemos capaces de amar a Jesucristo y a los demás, aunque pecásemos debido a la propia debilidad humana, estaríamos en el camino correcto.

Los católicos no han dejado de ir a Misa porque hayan perdido el sentido del pecado, sino porque han dejado de amar; y sin amor no merece la pena la lucha por cumplir un código moral. Ahora sí creo que procede la pregunta: ¿para qué cumplirlo?, si no amamos.

 

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