lunes, 20 de octubre de 2008

La torre de Babel

"Edifiquemos una ciudad, y también una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo, para perpetuar nuestro nombre y no dispersarnos por toda la tierra" (Gen. 11).

El hombre, después del diluvio, quiso forjar su futuro con sus propias fuerzas, para no depender de Dios. Y muchas veces, además de sus propias fuerzas, usa su propio criterio, alejándose de los preceptos divinos, a los que no quiere someter ni su razón ni su voluntad. Y suele ocurrir que las consecuencias son desastrosas... Entonces culpamos a Dios por haberlo consentido y volvemos a apoyarnos en nuestras fuerzas y nuestro criterio para arreglarlo..., con lo que todo sigue empeorando. Porque no hay forma de forma de progresar adecuadamente si dejamos de lado la Ley Natural y el camino que Dios nos ha marcado.

En Babel, Dios bajó y confundió la lengua de los hombres para que no se entendiesen entre ellos; desde entonces no ha vuelto a hacerlo, porque nuestro egoísmo y nuestra desconfianza bastan para que no nos pongamos de acuerdo.

Sí, estoy pensando en la crisis económica que los hombres hemos provocado con nuestra avaricia; y en los torpes y equivocados intentos por salir de ella sin renunciar al egoismo...

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