jueves, 2 de diciembre de 2010

La razón instrumetal

Nuestra época se caracteriza por el agnosticismo. No es que haya muchos ateos que nieguen la existencia de Dios, sino muchos agnósticos que no saben si existe o no, que se debaten en la duda. Esto es así probablemente porque vivimos en la época de la certeza: necesitamos certezas para todo; y si logramos la certeza científica, mejor aún.

Parece como si más que encontrar la Verdad, nos importase vivir en la certeza...; aunque sea una certeza equivocada. Y, claro, como la Fe nunca nos puede llevar a la certeza, porque Fe es el conocimiento no comprobable por definición (si lo pudiésemos comprobar, ya no sería Fe, sino evidencia o experimento científico), el número de creyentes ha disminuido en favor de los agnósticos.

E incluso se llega más lejos: como no siempre es comprobable la Verdad -no podemos alcanzar la certeza-, entonces acabamos diciendo que la Verdad no existe... Esto es una barbaridad, porque lo que no existe -en su caso- es la certeza, la comprobación de la Verdad...; pero la Verdad siempre existe -la conozca yo o no-, porque la verdad es la realidad: la adecuación de la razón a una cosa.

Desde la revolución francesa, la razón es lo que habitualmente se oponía a la Fe. Se llegó incluso a renegar de Dios y entronizar a la "diosa Razón", la que nos traería la verdad. Pero en el posmodernismo hemos llegado mucho más lejos: la propia razón humana ha dejado de ser el instrumento para conocer la Verdad, porque se niega que exista la verdad. Entonces la razón se ha convertido en el instrumento para justificar la propia conducta: puedo hacer todo lo que yo considere razonable o bueno.

Así, hemos pasado de la razón lógica de los racionalistas, a la razón instrumental de los posmodernos. Y como tal razón al servicio de los caprichos de la persona, se ha corrompido y es, muy frecuentemente, irracional y esclava de la cultura del deseo.


Hoy, los descreídos no oponen sus razones a nuestra Fe, sino que simplemente oponen su capricho, su deseo; con el absurdo y único argumento: ¿por qué no?

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