lunes, 20 de diciembre de 2010

Perfección, sólo en la caridad

"Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48)

Esta es una de las muchas frases evangélicas enigmáticas, que son difíciles de interpretar: ¿Realmente el Señor nos exige que seamos "perfectos como Dios"? ¿Nos exige ese imposible? ¿Se lo decía a sus apóstoles y discípulos que tan torpes se mostraron hasta la venida del Espíritu Santo?

Estoy convencido de que el camino de la santidad nunca es el perfeccionismo reglamentario [El cristiano no es un maniaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada..., he leído en algún escrito de San Josemaría], sino la transformación del corazón: el firme propósito de amar y servir a Dios..., aunque luego lo llevemos a la práctica de forma tan deficiente.


Si estudiamos el contexto en el que esa frase fue dicha, lo veremos más claro. Es el último versículo del capítulo 5 del Evangelio de San Mateo dedicado al Sermón de la Montaña, que es el compendio de la Nueva Ley (se os dijo; pero yo os digo...) e incluye las Bienaventuranzas. Los versículos inmediatamente anteriores a éste son muy reveladores del sentido que debe darse a esa exigencia de perfección:

...Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padres que está en los Cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿Acaso no hacen eso también los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿Acaso no hacen eso también los paganos? Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.

Es, por tanto, la perfección en el amor, en la caridad, lo que se nos exige. Y amar es buscar el bien del otro, incluso antes que el nuestro..., ¡aunque sea enemigo! Por supuesto, la misericordia de Dios tampoco nos exigirá que esto lo hayamos llevado perfectamente a la práctica; pero sí que lo hayamos intentado.

¡Qué diferencia entre la perfección del amor evangélica y la pobre perfección reglamentaria a la que aspiramos algunos!

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