lunes, 20 de enero de 2014

Evangelii Gaudium: el kerigma.

Quiere el Papa Francisco -y lo ha demostrado desde que fue elegido- que la Iglesia vuelva a la centralidad del mensaje fundamental del Cristianismo -lo que se llama el kerigma-: que Dios nos ha querido salvar por amor; que Dios quiere compartir su vida con los hombres, por simple amor, sin exigir nada más que la correspondencia a ese amor, con respecto a Él y a los demás hombres.
En la práctica, esta correspondencia se plasma en multitud de detalles y prácticas que la Iglesia ha ido recopilando y enseñando durante 20 siglos; y esto es bueno. Pero lo que no es bueno es que tanto "detalle", nos haga olvidar el mensaje fundamental:
La centralidad del kerygma demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas.
Y con respecto al necesario anuncio de la moral evangélica, matiza:
En lo que se refiere a la propuesta moral de la catequesis, que invita a crecer en fidelidad al estilo de vida del Evangelio, conviene manifestar siempre el bien deseable, la propuesta de vida, de madurez, de realización, de fecundidad, bajo cuya luz puede comprenderse nuestra denuncia de los males que pueden oscurecerla. Más que como expertos en diagnósticos apocalípticos u oscuros jueces que se ufanan en detectar todo peligro o desviación, es bueno que puedan vernos como alegres mensajeros de propuestas superadoras, custodios del bien y la belleza que resplandecen en una vida fiel al Evangelio.
En definitiva, como decía Santo Tomás de Aquino: explicar que "el pecado es lo que es malo para el hombre", no la mera transgresión de una normativa arbitraria. 

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