jueves, 26 de julio de 2018

El que gane su vida la perderá y el que la pierda la ganará (Luc 17, 33)

O lo que es lo mismo: el que no muere no da fruto (Juan 12, 24).
Parece una contradicción; pero está claro: si nos afanamos en "ganar" la vida según nuestros criterios, la estaremos desperdiciando; pero si nos fiamos de los criterios de Cristo, entonces la viviremos plenamente, aquí y después por toda la eternidad. Porque seguir el plan de Dios para nuestra vida es la mejor manera de aprovecharla. ¡Cuantas veces nos arrepentimos de haber seguido nuestros planes! Y en la mayoría de los casos no es por maldad, sino por ignorancia. decía Eugene Boylan en su libro El Amor de Dios que nos afanamos en pedir a Dios que nos ayude a cumplir nuestros planes, cuando debería ser al revés: deberíamos pedirle que nos ayude a cumplir sus planes, que son los que nos harán felices. Es decir, si morimos a nuestra voluntad (no por masoquismo, sino por convencimiento de que quien sabe lo que nos conviene es Él), entonces es cuando nuestra vida fructifica, tanto para nosotros mismos como para los demás.
Y si vernos en el camino correcto es lo que nos hace felices, cuando además constatamos que eso ayuda a los otros, entonces la felicidad es plena.

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